Publicado en Revista Año Cero. Madrid, enero 2002.
Escribe Enrique de Vicente
Las enseñanzas de Gurdjieff, uno de los maestros más fascinantes y contro-vertidos del siglo XX, han influido profundamente en infinidad de corrientes y buscadores espirituales. Algunos intentaron inútilmente buscar el origen de las mismas, valiéndose de las pistas que nos dejó el propio Gurdjieff cuando hablaba de los numerosos viajes que realizó por Asia Central durante veintiún años en busca de la Verdad.
Al parecer, Gurdjieff habría accedido en torno a 1898 al Monasterio secreto de lo que él llama la Hermandad Sarmung -la cual guardaría conocimientos procedentes de una civillzación primigenia- tras un recorrido de doce días a caballo, partiendo de Bokara. Ello nos hace suponer que ese conjunto de edificios ocultos entre las montañas se situaría a no más de 250 kilómetros de esa antigua ciudad del Camino de la Seda situada al norte de Afganistán. James Moore nos recuerda que Sarmung y Samarcanda son fonéticamente cercanas. Ignoramos si es a éste o a otro monasterio similar al que luego se referiría Gurdjieff con añoranza, en el cual sugería haber recibido el mandato de impartir su enseñanza en Occidente y donde aseguraba haber derivado a algunos alumnos, algo que sus comentaristas creen improbable.
Está Shambhala en Afganistán?
Tras realizar un amplio estudio, Ernest Scott en El pueblo del secreto (Ed. Sirio, 1990) demuestra cómo "varias líneas independientes de investigación que intentaron identificar la fuente de la enseñanza de Gurdjieff, llegaron a la conclusión de que era una fuente Sufi centrada probablemente en Afganistán". Y por otras evidencias según las cuales este país parece ser "la fuente principal de toda una serie de sistemas esotéricos que Occidente y Oriente han atribuido erróneamente a otros lugares".
Los hindúes consideraban que su sabiduría védica emanaba de "más allá de las montañas", probablemente de esa región en la cual nacieron como una sociedad agraria, que abarca Afganistán, Khorasán (actual Irán) y el sur del antiguo imperio ruso.
El Shambhala del que hablan los tibetanos sede del "gobierno espiritual de la humanidad", según numerosos ocultistas ha sido localizado por la prestigiosa tibetanóloga Alexandra David-Neel en las proximidades de Balkh, un antiguo asentamiento afgano conocido como "la madre de las ciudades".
Las tradiciones populares de Afganistán aseguran que, tras la conquista musulmana, Balkh fue conocida como Shams-i-Bala (la Vela Elevada), lo que parece una transformació n al persa del sánscrito Shambhala.
Ciertos historiadores han sugerido que el Zoroastrismo surgió en Afganistán, ya que su fundador pasó gran parte de su vida en Balkh, y que el budismo japonés fue notablemente influenciado por misioneros budistas afganos, a los que algunos relacionan con el origen del Budismo Zen.
Tras su islamización, Balkh se convirtió en un importante centro de actividad mística y científica del cual surgieron grandes figuras sufis en el siglo XI. Allí estudiaron el escritor Omar Khayyam y el gran astrónomo Abu Mashar. Allí nacieron el sabio Avicena y Jalal-uddin Rumi, el gran místico que inspiró a los derviches danzantes turcos e hizo heréticas alusiones al contenido esotérico de su enseñanza: "Hemos tomado la esencia del Corán y tirado el cadáver a los asnos".
En ese mismo siglo aparece la tradición sufí de los Kwajagan, importan-tísima línea iniciática de maestros que tendrían su centro de operaciones en la montañosa zona del Hindu Kush. Otra tradición afgana está relacionada precisainente con los Sayyeds del Hindu-Kush, descendientes Hachemitas de Mahoma, Algunos creen que éstos habrían conservado la transmisión hereditaria de la fuerza espiritual (baraka) proveniente del Profeta y técnicas muy secretas de adiestramiento que les permitirían desarrollar capacidades habitualmente dormidas en los humanos. Un sistema que consideran forma parte de las prácticas más esotéricas de los Sufis y cuyo conocimiento habría permitido a miembros de la dinastía Hachemita mantenerse como soberanos y altos consejeros en numerosas culturas orientales durante mil años.
Pese a que los afganos no fueron convertidos al Islam hasta siglos después, las enseñanzas musulmanas aseguran que Mahoma recibió delegaciones procedentes de Afganistán, que le impresionaron como representantes de una antigua tradición y a las que otorgó el significativo titulo de El Timón. Según Scott, tras estas y otras leyendas subyace la creencia de una influencia misteriosa relacionada con dicho país, que emerge a intervalos regulares para ejercer un efecto insospechado en momentos críticos de la historia.
Este autor sostiene que puede haber varios Centros en la Tierra desde los cuales opera lo que él llama el Ejecuti o Oculto que, actuando como agentes de otro nivel suprahumano, estarían encargados de elevar el nivel de conciencia de la humanidad, ayudándose por una escala de iniciados, una Hermandad invisible de la cual hablaremos extensamente en otra ocasión- y que uno de ellos estuvo en Afganistán durante milenios, correspondiendo a la leyenda local de los Markaz o Casas de Poder.
Los emisarios de Agartha
Pero, además de las reunidas por Scott, otras muchas pistas apuntan a la poderosa influencia ejercida por misteriosos personajes afganos en las más importantes corrientes ocultistas modernas, presentados siempre como enviados de un Ejecutivo oculto.
El marqúés Alexander Saint-Yves d'Alveydre, fue una de las figuras más polémicas e influyentes en el ocultismo francés del siglo XIX y el ideólogo de una concepción sinárquica del gobierno. En 1886 publicó La misión de India en Europa y de Europa en Asia, un libro extraño sobre la existencia de la Agartha, un supuesto reino subterráneo al que sólo se permitiría acceder a algunos humanos cuidadosamente escogidos. Este gran centro iniciático de Asia era gobernado por doce seres iluminados y por "el Rey del mundo" que "dirige toda la vida del planeta de un modo discreto e invisible". Pese a que el extravagante marqués decía haber recibido esta información por medios extrasensoriales, algunos piensan que la idea le fue inspirada por un brahmán hindú asentado en Francia, mientras otros la relacionan con la misteriosa visita que recibió del príncipe afgano Hadji Scharif, a quien él se refirió como un emisario de Agartha.
Sin embargo, antes de ser distribuido, ordenó que destruyeran todos los ejemplares impresos, sin explicar los motivos de tan extraño comportamiento, salvándose sólo una copia. Según explicó Saint-Yves a sus más allegados, ello se debió á la repentina visita de un misterioso oriental, quien le manifestó el enojo de los gobernantes de Agartha debido a que había utilizado mal la información que le facilitaron para reforzar sus concepciones personales de la Sinarquía. Lo cierto es que, a partir de aquel momento, no volvió a hablar del tema y prácticamente se retiró.
Incluso en otras fantasiosas obras contemporáneas que se refieren a este supuesto centro subterráneo de Asia Central, estrechamente ligado a la tradición tibetano-mongola de Shambhala, como las de Alec MacLellan, encontramos parecidas referencias. Así, Eric Norman habla de la legendaria existencia de "ciudades subterránes situadas posiblemente en Afganistán o bajo Hindu-Kush", y Robert Dickhoff asegura que "las tribus interiores de Mongolia creen que Agharti es la creación de una civilización antediluviana, increiblemente antigua y situada en una oquedad de Afganistán, y que está conectada mediante túneles con diferentes partes del mundo".
Cuarenta años después, René Guénon, el gran teórico del esoterismo tradicional que ya se había convertido al Islam, recibió la visita de otro misterioso afgano. Y a raíz de la misma escribió su obra El rey del mundo, en la que hablaba críticamente de la Agartha y del libro de Saint-Yves, desarrollando la idea de que existe un Centro Oculto donde se habría preservado la Tradición primordial de la humanidad. Años antes había publicado duras criticas sobre el espiritismo y la Sociedad Teosófica, aportando informaciones tan precisas como intrigantes sobre el origen de ambos movimientos, sin explicar las fuentes de las que había extraído las mismas, que algunos atribuyen a sus enigmáticos visitantes orientales.
Blavatski, fundadora de la Teosofía, se refería continuamente a unos maestros espirituales, seres sobrehumanos cuya sede situaba en los Himalayas y que aseguraba habían inspirado su sistema; una concepción que según Scott es muy similar a la de los ya citados Kwajagan (palabra que significa maestro), establecidos en el extremo occidental y afgano de los Himalayas.
¿Un Mahatma afgano?
Paul Johnson, en su libro Los maestros revelados (State University of New York Press, 1994) sostiene que estos enigmáticos Mahatmas encubrían a una serie de extraordinarios individuos con quienes Blavatski coincidió a través de sus innumerables viajes, que incluiría a líderes de sociedades secretas occidentales y a personalldades orientales de importante relevancia religiosa, política e histórica en una época donde países como India intentaban definir su identidad nacional bajo la dominación británica, una lucha por la independencia en la que la Sociedad Teosófica jugó un gran papel.
Uno de ellos, conocido como "el Sabio del Este", era Jamal al-Din, llamado AI-Afgani por su estrecha relación con este país pese a haber nacido en una familia persa de Sayyids. Combinó su faceta de maestro espiritual sufí con la fundación de una logia masónica y otras sociedades secretas que promovían la subversión antibritánica en varios paises. Al igual que Gurdjieff, tenía un gran magnetismo y ejerció una extraña influencia sobre sus discípulos, entre los que se contaron los más eminentes intelectuales egipcios, algunos de los cuales prosiguieron su proyecto de crear una gran nación pan-islámica, libre del dominio imperialista. Fue asesor de los jefes de estado afgano, egipcio, iraní y turco, paises de los que sería expulsado cuando sus actividades se vieron como una amenaza política, recuperándose de cada revés "con un dinamismo incrementado y con intensificado carisma profético". Johnson deduce su probable relación con Blavatski a partir de la sorprendente coincidencia de que ambos llegaran simultáneamente a cinco ciudades separadas por enormes distancias geográficas y culturales, como ocurrió en París, dos años antes de que Saint-Yves publicase su desafortunada revelación, pudiendo haber sido inspirada su concepción político-espiritual por la visión utópica de una sociedad ideal estructurada jerárquica-mente que mantuvo AlAfgani. Bajo la apariencia externa de agitadores político-espirituale s de este y de los otros inspiradores de la Teosofía, podemos intuir la presencia de verdaderos agentes secretos de la Hermandad oculta.
El que ésta y otras zonas centroasiáticas como Tibet, donde se refugió la Antigua Sabiduría- estén siendo el escenario de tan diversos horrores me parece un llamativo signo de los tiempos en que vivimos, donde la destrucción de los valores más profundos, o mejor dicho su inversión -tan evidentemente representa-da por la farsa de los talibanes que afortunadamente nunca llegaron a dominar la zona nororiental donde se situarían los monasterios de la Hermandad- como necesario preparativo de un escenario futuro nada halagaeño,
Pero no hay que temer. Según Scott, pese a los más diversos avatares históricos, los guardianes de la Tradición han asegurado la conservación de su sagrado legado utilizando la táctica, ya usada por los Kwajagan ante la invasión de Gengis Khan, de dividirse en tres corrientes: unos emigraban a otras tierras más propicias, otros "colaboraban" con el nuevo régimen y un tercer grupo se ocultaba disfrazando su forma externa como convenía en cada caso. Y esto es lo que podría haber ocurrido en las últimas décadas. De hecho, el psicólogo Claudio Naranjo escribió hace doce años que, a su regreso del aniversario del maestro afgano Rumi, el Sheik Reshad Feild les explicó que "las casas de poder estaban desapareciendo de Afganistán y otros paises del Este y que el centro de Trabajo estaba destinado a trasladarse a América". Todo apunta a que ese Nuevo Mundo será el epicentro de la Nueva Fase en la evolución humana en cuya preparación trabajan los guardianes.
La vida es real cuando yo soy. Gurdjieff
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