domingo, 19 de enero de 2014

La Vez de los Muertos Tradiciones del norte peninsular

En la actualidad muchas personas siguen creyendo en diferentes tipos de supersticiones muy comunes. Pero antaño existían otro tipo de supersticiones o tradiciones ancestrales. Hábitos que se llevaban a cabo por toda una comunidad. Actos que no eran voluntarios, sino que debían hacerse obligatoriamente, como la conocida como “vez de los muertos”. Esta es la pequeña historia de las supersticiones en el norte peninsular.
Largos inviernos teñidos en lluvia. Picachos verdes tamizados por la niebla que parecen asfixiar los pequeños valles. Aldeas diminutas casi aisladas las unas de las otras, con casas de piedra de donde siempre sale un hilito de humo del hogar. Nieve en las cumbres que saludan cada amanecer. Y, sobre todo, un tiempo frío y húmedo que casi obliga a refugiarse en las cocinas, con la cercanía de un fuego, contando pequeñas historias y leyendas. Ese era el aspecto del norte peninsular hasta hace unos pocos años, y en ­algunos lugares sigue siéndolo hoy en día. No es de ­extrañar, pues, que aquí conviva una cosmogonía legendaria riquísima con otras manifestaciones de cultura popular, como las supersticiones.

Algunas de ellas pueden resultar hoy en día infantiles y muy inocentes. Otras nos parecerán extrañas y poco comprensibles. Y aún hay un tercer tipo, aquellas que nos atemorizan por tocarnos una fibra sensible de ese inconsciente colectivo del que tanto hablaba Jung.

Resulta además de interés el hecho de que alguna de las tradiciones que aquí vamos a presentar aparecía recogida en cuerpos legales de obligado cumplimiento. Es decir, veremos actos que debían ser realizados por parte de los vecinos de una población, y que en el caso de no llevarse a cabo acarreaban una multa, en ocasiones fortísima. Algo que hoy en día puede sorprendernos, pero que ocurría, aquí mismo, hasta hace no demasiados años. Así pues, comencemos nuestro singular viaje.
Religiosidad y sentimientos paganos

La vida religiosa era extremadamente importante en el norte peninsular durante la Edad Moderna, llegando a suponer un calendario propio que marcaba la vida de las pequeñas aldeas. Pero era ésta una religiosidad paganizada, teñida de pequeñas supersticiones que la Iglesia católica no sólo permitía sino que llegaba a alentar con el fin de extender su influencia sobre aquellas tierras. Nos encontramos ante una sociedad que no duda en celebrar procesiones y rogativas o en ofrecer luminarias para evitar la propagación de las pestes que asolan cada cierto tiempo el territorio. Una sociedad, en suma, que mantiene la fe en magia y conjuros más allá de un catolicismo formal.

Será en el tránsito entre la vida y la muerte cuando se muestre con más claridad esa unión entre paganismo y catolicismo. Hay que tener en cuenta que nos encontramos ante zonas con un gran sentido de la propia mortalidad, sumamente respetuosas en sus tradiciones con el más allá. 

Mas informacion en Enigmas 217
publico:akasico.com

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