viernes, 20 de enero de 2012

ENCUENTRO CON UN FAUNO


El testimonio de la singular experiencia vivida y narrada por Olgivie Crombie, en 1966, y recogida por Paul Hawken en su libro "La comunidad mágica de Findhorn" (Colección "Mundos Desconocidos",Editorial M.E.B.) 


Publicado por: Hernan Bado/Maxala-entreelpueblomagico.blogspot.com


"Era una espléndida tarde, cálida y soleada- cuenta Crombie-. Había dejado mi acostumbrado paseo por el parque y atravesaba una profusión de hierbas en el fondo de un declive. Había un banco de madera justo enfrente de un gran árbol, y me senté allí apoyando la cabeza en el tronco. En aquel parque siempre me siento muy en paz, pero aquel día en particular me sentía muy tenso, extremadamente lúcido.


Siempre me han gustado mucho los árboles y experimento un sentimiento de afinidad con ellos, pese al hecho de que soy fundamentalmente un ciudadano. Terminé, en un cierto sentido, por identificarme con aquel árbol...partícipe del movimiento de la linfa en el tronco y hasta del crecimiento infinitamente lento de las raíces.


Tenía la extraña sensación de que iba a suceder algo. Aquel día el parque estaba desierto. Había algunas personas a lo largo de los senderos, pero yo me encontraba lejos de ellos en el fondo de una ladera. En suma, estaba solo. Miré la hierba, luego los árboles, y después las ramas. Todo era intensamente bello.No pensaba en nada, pero sabía que algo estaba sucediendo...Y de pronto ocurrió. Vi moverse algo, con el rabillo del ojo, algo que me distrajo. Miré y pude ver una figura que danzaba alrededor de un árbol que se encontraba a unos treinta metros de distancia.


Era algo sorprendente. Se trataba de una figura hermosísima de un metro de alto aproximadamente. Pensé haber enloquecido. Lo miré. El me miró. Parecía concreto y tangible. En él había algo de no humano. Por más que se moviese, yo veía sus cuernos puntiagudos y sus pies de caballo, las orejas y las mandíbulas puntiagudas así como todo lo demás. Miraba con absoluta incredulidad, no dando crédito a mis ojos. Se aproximó a otro árbol y vi su pelo moreno en su cabeza y piernas. Estaba desnudo, pero sus piernas estaban recubiertas de una hermosa piel. Danzaba en torno al árbol, moviendo graciosamente los brazos, girando varias veces alrededor del tronco y después, siempre danzando,se dirigió hacia el centro del calvero donde se sentó frente a una pareja sentada sobre un poyete. Les examinó ávido de saber durante un rato, evidentemente interesado en cada uno de sus movimientos y actos. Después se alejó y siempre bailando vino hacia donde yo estaba sentado. 



Me miró por un momento y después se sentó con las piernas cruzadas frente a mí. Se puso la barbilla entre las manos y asintió ligeramente. Le miré. Era muy real. Ninguna duda al respecto, pero no estaba seguro de verlo con mis ojos físicos, aunque si los cerraba dejaba de verlo. 


 Me incliné hacia delante y dije:"Salve". Se puso en pie de un salto como si se hubiese espantado.Retrocedió algunos pasos y después cautamente volvió a acercarse. Me miró fijamente.

 "¿Puedes verme?" preguntó. "Sí". 

"No te creo. Los humanos no consiguen vernos. ¿A qué me parezco?"


 Le describí como le veía. Pareciendo siempre estupefacto e inseguro de sí, comenzó a danzar formando pequeños círculos. Cuando le describí lo que estaba haciendo dijo:

 "Realmente debes verme". 


Me dijo que vivía en el parque y que su cometido consistía en ayudar al crecimiento de los árboles. Continuó diciendo que los Espíritus de la Naturaleza habían perdido todo interés por los humanos, porque se habían dado cuenta de que no eran creídos ni deseados. 

Pensaba que los hombres estaban locos al pensar que podían pasarse sin los Espíritus de la Naturaleza.

Había en aquella criatura un maravilloso sentido de fraternidad. Yo sentía una sorprendente armonía con él sentado junto a mí. Entre nosotros estaba teniendo lugar una comunicación que no precisaba de palabras. Permanecimos sentados durante algún tiempo y finalmente me acordé de que era hora de volver a casa. Me levanté para marchar. Me dijo que le llamase cuando volviese, que él vendría a mi encuentro. Su nombre era Kurmos."


El protagonista de este extraordinario contacto, según el libro de Paul Hawken,tuvo posteriormente otros muchos contactos, no sólo con aquel fauno, sino también con otros muchos espíritus elementales. No necesitó  de rituales ni de invocaciones mágicas. Unicamente "se comunicó" con ese "otro mundo" gracias a sus facultades y capacidad de relajamiento y de concentración.

Crombie relata, asimismo: "El bosque llega a estar vivo por miríadas de seres elementales, ninfas, dríadas, faunos, gnomos, elfos, hadas, demasiado numerosos para catalogarlos. Varían en las dimensiones, desde criaturas pequeñísimas de un centímetro de altas a bellísimas criaturas de cerca de un metro. Algunas bailaban a mi alrededor; todas estaban llenas de alegría. Los Espíritus de la Naturaleza aman y se sienten felices del trabajo que llevan a cabo y lo expresan a través de sus movimientos". 

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