Indígenas y campesinos
El idioma de los mayas, cuyas raíces tienen tres mil años, y las lenguas derivadas (quiché, cakchiquel, y tztzal entre otros), todavía son hablados por muchos habitantes del sur de México, Guatemala, Honduras y Belice.
Se destacan los habitantes de la selva Lacandona en Chiapas y Guatemala, quienes conservan las tradiciones culturales y resisten la influencia del mundo occidental.
Los hombres cultivan los predios familiares, mantienen las redes comerciales de larga distancia, y las mujeres continúan tejiendo sus trajes típicos con elaborados diseños de brocado, produciendo enseres de barro para el uso doméstico y la venta turística.
Los campesinos mayas todavía rinden culto a sus divinidades, aunque muchos ritos ya no se realizan, o han cambiado. La religiosidad popular incorpora formas mestizas y elementos provenientes del cristianismo. La palabra y la oración cotidiana mantienen su importancia en la comunicación con el mundo sobrenatural.
En el marco de su economía de subsistencia, son respetuosos de la naturaleza y la preservación del medio ambiente y la biodiversidad. Cada tarea agrícola está acompañada de un ritual, ya se trate de la tala de un árbol o la cosecha del maíz. La vida y el trabajo en comunidad siguen siendo valores centrales de los mayas actuales, por encima de la individualidad.
La gran concentración de la propiedad de la tierra, y la acción de los estados modernos ha generado violencia en los países del antiguo Mayab durante diferentes períodos del siglo XX.
Muy activos en la defensa de la tierra y su derecho a la autonomía, una porción importante de los campesinos de la selva Lacandona fueron aglutinados por la guerrilla zapatista a mediados de la década de 1990. Su célebre dirigente, el subcomandante Marcos, acostumbra recurrir a la religiosidad, a los textos sagrados del Popol Vuh, y a la filosofía maya en sus alocuciones públicas.
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