Anclado a los orígenes del cristianismo y representado en la cultura pop como el epítome de la búsqueda infructuosa, esta copa enjaezada de pedrones podría ser nada menos que uno de los enseres domésticos más importantes de la historia.
Historiadores españoles aseguran que una
copa de ónix y oro localizada en la basílica de santa Isidora, en León,
es el Santo Grial, la legendaria copa usada por Jesucristo durante la
Última Cena. El cáliz ha sido datado entre el 200 a.C. y el 400 d.C. en
una investigación de tres años que ha recorrido Europa y Medio Oriente
en busca de datos para justificar semejante aseveración.
Esto, naturalmente, ha desatado el furor
de los creyentes, quienes han visto su fe súbitamente justificada y
hasta garantizada por el consenso de la comunidad científica. Sin
embargo el consenso no es unánime en cuanto a la supuesta copa de la
Última Cena.
Desde el auge de El código da Vinci,
todos tenemos más o menos cierta idea de qué se supone que es el Santo
Grial. Numerosos enseres de cocina han sido reverenciados como reliquias
en iglesias y catedrales alrededor del mundo, pero pocas son tan
cotizadas como el Grial, símbolo de los alcances de la evangelización
cristiana durante los primeros siglos de nuestra era. Aunque para
algunos investigadores, más inclinados al esoterismo, el Santo Grial en
realidad se refiere en código a la línea de sangre del mismo Jesucristo:
la “sangre real”.
Margarita Torres y José Ortega del Río
han trazado la historia de la copa de ónix de la basílica de Santa
Isidora al menos desde el siglo IV después de Cristo hasta el siglo XI,
cuando llegó a León. El descubrimiento de documentos medievales en
Egipto contendrían evidencia de que esta copa fue traída por la
comunidad cristiana de Jerusalén hasta El Cairo en algún momento de los
cuatro primeros siglos del cristianismo.
Con todo, por más información
historiográfica que soporte la procedencia de una copa (y aunque los
historiadores mismos admitan que no pueden asegurar dónde estuvo la copa
durante los primeros 400 años del cristianismo), es la fe de los
creyentes la que sigue justificando la adoración ritual de ciertos
objetos, al igual que el beneficio histórico que conlleva albergar un
souvenir de lujo en la historia de las religiones.
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