Como tantos otros descubrimientos, éste también fue accidental. En la primavera de 1928 un labrador alauita descubrió una losa mientras araba en Minet el-Beida (el «Puerto Blanco»), cerca de la actual Ras Shamra. Levantada, resultó ser una cámara sepulcral. Una investigación posterior y el examen de cerámica hallada en la tumba, así como de la misma estructura de la tumba, llevaron a los investigadores a establecer significativos paralelismos con la cerámica micénica y las tumbas cretenses.
Estos indicios arqueológicos llevaron allí a una expedición arqueológica francesa, dirigida por Claude Schaeffer.
Después de pocos días de excavaciones en la necrópolis de Minet el-Beida hallaron una imagen de una diosa de la fertilidad. La consciencia de que estaban excavando una necrópolis llevó a Schaeffer a plantear la cuestión de dónde había estado su ciudad correspondiente. No lejos de allí, a unos pocos cientos de metros al este, se hallaba un promontorio cubierto de hinojo, y que era conocido localmente como «la colina del hinojo», Ras Shamra. Schaeffer decidió que era el lugar más lógico para albergar las ruinas de una ciudad desaparecida. Pronto empezaron a aparecer restos. El 14 de mayo de 1929 se descubrió una gran cantidad de tabletas escritas en cuneiforme. Entre ellas resultó haber tabletas grandes con tratados gubernamentales, otras pequeñas, con correspondencia personal de reyes. De gran importancia, sin embargo, fue el descubrimiento de que la mayoría de aquellas tabletas estaban escritas con unos símbolos cuneiformes evidentemente no silábicos, sino alfabéticos, al aparecer sólo 27 caracteres distintos (más tarde se apreciaría que en realidad eran 30). Tras arduas investigaciones estadísticas y criptoanalíticas, Hans Bauer logró asignar su valor fonético a 20 de los símbolos cuneiformes; otros investigadores acabaron de ajustar este trabajo, que fue coronado por Édouard Dhorme y Charles Virolleaud. El lenguaje de estas tabletas resultó estar estrechamente emparentado con el hebreo bíblico, tanto en su gramática como en sus figuras literarias, estructura poética y otros aspectos que se tratarán más adelante. Los lenguajes de las otras tabletas eran el sumerio, el acádico y el khar, convencionalmente identificado con el «hurrita», pero que debe identificarse con el cario (véanse HURRITAS, HOREOS.)
La identificación de Ras Shamra con Ugarit fue ya propuesta en 1932 por E. Forrer, identificación que quedó confirmada por el descubrimiento, pocos años después, de unas tabletas que llevaban el nombre de la ciudad. Otros objetos que se descubrieron en el curso de las excavaciones fueron herramientas, joyas, restos de cerámica, objetos cúlticos, etc.
En 1956 se descubrió otra colección de tabletas; sin embargo, cuando se desencadenó la crisis de Suez en 1956, con la invasión de Egipto por parte de los franceses, británicos e israelíes, los investigadores franceses fueron invitados a abandonar Siria. Las tabletas pasaron al mercado negro, pudiendo ser localizadas muchos años después por Schaeffer en las cámaras de seguridad de un banco suizo. Finalmente fueron adquiridas por el Institute of Antiquity and Christianity en Claremont. Esta colección fue publicada por el Pontificio Instituto Bíblico.
En 1973 hubo un nuevo descubrimiento accidental de tabletas, esta vez como resultado de unas construcciones militares sirias en la zona. Muchas de ellas quedaron ilegibles debido a una errónea manipulación. Las que se pudieron preservar fueron publicadas por Schaeffer en «Ugarítica VII» en 1978 (la serie Ugarítica, grandes volúmenes de estudios, fue iniciada en 1939; su último volumen, el VIII, fue finalizado por Schaeffer poco antes de su muerte, y trata de los sellos cilíndricos).
El final de Ugarit
Ugarit era una gran ciudad. Las excavaciones han revelado dos grandes templos, uno dedicado a Baal y el otro a Dagón. Muchas casas han salido a la luz, desde las humildes a las lujosas, así como el plan general de la ciudad, con sus grandes edificios y sus casas particulares, callejuelas y avenidas, fortificaciones y puertas. En Minet el-Beida se han hallado santuarios, cercanos a la necrópolis, y que parece que eran usados en ritos de fertilidad.
La evidencia arqueológica señala que la destrucción de esta gran ciudad tuvo lugar en los últimos días de Amenhotep III o en los primeros de Akenatón, durante la era de el-Amarna (véase AMARNA), en la época del rey Nikmed. Velikovsky identifica al destructor de Ugarit como el temible Salmansar III..
V. Consecuencias de la revisión cronológica
Antes de los descubrimientos de Ras Shamra se sostenía que los israelitas no podían tener documentos escritos anteriores a la época de los Reyes, esto es, antes del año 1000 a.C., y que grandes porciones de las Escrituras habían sido redactadas mucho más tarde de lo que había sido aceptado en la tradición judeo-cristiana. La situación cambió drásticamente al exhumarse las tabletas de Ugarit y al aplicárseles la cronología convencional de Egipto. Entonces se popularizó la noción de que el hebreo ya se escribía en el siglo XV a.C. en forma alfabética, y que las formas literarias, los modismos, y mucho vocabulario, así como los nombres de los sacrificios, formas de adoración y poesía religiosa, existían ya en la civilización cananea. Ahora parecía que todo era al revés de lo supuesto anteriormente por los profesores de la llamada «alta crítica». Ahora se aceptaba la idea de que prácticamente todo el lenguaje de los hebreos, incluyendo términos técnicos, vocabulario religioso, formas poéticas, etc., había sido copiado de la civilización cananea. Al asignar una fecha tan temprana a la civilización de Ugarit, se llegó a tener una base para afirmar, entre otras cosas, que «el salmo 29 era un himno fenicio que había llegado a ser incluido en el Salterio», y que simplemente se había cambiado el nombre del dios Baal por el de Yahweh.»
Éste y muchos otros aspectos cambian radicalmente con la adopción de la cronología revisada. La verdadera situación viene a ser que Ugarit fue contemporánea de la Monarquía israelita; como es de esperar, en lugar de haber evidencia de copia por parte de los hebreos de la anterior civilización cananea, aparece una fuerte influencia mutua. No se puede negar la originalidad hebrea de la peculiar concepción sacrificial; los términos técnicos fueron registrados por Moisés en una época bien anterior a Ugarit I, y el fuerte influjo cultural de Salomón pudo llevar a muchos países vecinos a adoptar algunas formas del culto salomónico. Es bien posible asimismo que el camino que siguiera el salmo 29 fuera al revés del propuesto por los defensores del «pan-ugaritismo», y que más bien fuera sacado del Salterio para adaptarlo a la adoración de Baal. De hecho, hay un caso bien demostrado, posterior, de ello: la adaptación del salmo 20 para su uso en el seno del paganismo (Biblical Archeaelogical Review, ene./feb. 1985, pp. 20-23). Otro de los poemas hallados en Ugarit parece referirse a la gran hazaña de El de partir el mar de Jam-Suf. Los defensores de la cronología convencional ven en este poema una leyenda precursora del relato del cruce del mar Rojo por los israelitas; en la cronología revisada, sin embargo, queda como un eco del paso del mar Rojo; el relato de Moisés es anterior a éste. Todo ello evidentemente no quita valor al uso de los materiales de Ugarit, con toda su riqueza linguistica, para arrojar una esclarecedora luz sobre pasajes oscuros de la Biblia hebrea. Pero precisamente por su contemporaneidad con la época de la Monarquía y de los reinos de Israel y Judá, no por haber supuestamente precedido a la redacción de los escritos de los Salmos o de los profetas en 500 / 600 años
Esta reducción de 500-600 años de la cronología revisada a la convencional tampoco resta valor al testimonio de Ugarit con respecto a la antigüedad del uso del alfabeto cananeo / fenicio / hebreo en la lengua. En palabras de Schaeffer: «El alfabeto de Ras Shamra está ya tan avanzado que implica la existencia de un alfabeto aún anterior todavía por descubrir» («Cuneiform Texts», p. 36). Ello evidentemente nos retrotrae a la época de Moisés y bien posiblemente algo anterior a él.
La literatura de Ras Shamra también arroja una intensa luz sobre las costumbres cananeas. A este respecto, es evidente que muchos mandatos bíblicos fueron dirigidos contra sus abominables prácticas rituales, entre las que se contaban los sacrificios de recién nacidos e incluso de hijos crecidos (véase TOFET, etc.), el ayuntamiento carnal con toros y vacas, y otras prácticas similarmente degradantes que atrajeron sobre ellos la condena y la ira de Dios, y que dan muestra de la extraordinaria depravación en que habían caído las naciones cananeas, y por lo cual Dios las desposeyó de su tierra frente a los conquistadores israelitas (cp. Lv. 18, especialmente Lv. 18:24-30).
Santiago Escuain