A veces esto ocurre en el ámbito público: en la calle, caminando, o en un bar, en el tren o el subterráneo, es decir, rodeados de personas que bien podrían estar mirándonos sin que lo supiéramos.
De repente sentimos un escalofrío, como una descarga eléctrica que nos obliga a voltear la cabeza para ver si alguien nos estaba mirando.
En otras ocasiones sentimos que alguien nos observa cuando estamos solos, tal vez en la oscuridad de nuestra habitación, por ejemplo, o en cualquier otro sitio de la casa por el que nunca sentimos miedo ni inquietud.
Sin embargo, esa sensación de sentirse observado se parece bastante a lo que podríamos esperar de un instinto primordial: un grito de alarma, de advertencia, que se presenta de forma tan súbita e intensa que es casi imposible ignorarlo.
¿Existe alguna razón que explique de dónde proviene la sensación de que estamos siendo observados?
De hecho existen varias.
La explicación más ortodoxa para el fenómeno de sentirse observado tiene que ver con un mecanismo evolutivo de nuestra psique. Nuestro cerebro está diseñado para estar alerta, no solo frente a peligros externos sino frente a las distintas interacciones que pueden darse con otros seres humanos.
Ahora bien, el cerebro procesa mucha información visual que procede de la dirección de nuestra mirada, es decir, hacia dónde estamos mirando, pero también está programado para anticiparse a las posibles situaciones imprevistas que pueden ir surgiendo.
La sensación de que otro nos mira es, en realidad, un hábito del cerebro cuando estamos muy concentrados en una tarea, o completamente abstraídos de nuestro entorno. Su propósito es que salgamos momentáneamente de este estado para mirar a nuestro alrededor, especialmente hacia nuestro punto ciego: justo detrás la nuca.
Resulta lógico imaginar que nuestro cerebro, tan creativo para construir pesadillas, podría elaborar una sensación más elaborada que el simple hecho de creer que alguien nos mira; pero en términos evolutivos la mirada externa es algo muy importante para cualquier mamífero social.
La mirada del otro puede indicar amenaza, dominación, sumisión; cosas que tu cerebro quiere monitorear para saber si está a salvo, de modo que inducir la sensación de que algo o alguien nos mira es una estrategia confiable para sacudir a la consciencia y obligarla a observar concienzudamente a su entorno.
Pero cuando la sensación de sentirse observado se agudiza, es decir, se vuelve constante, se transforma en un síntoma de paranoia.
En estos casos, el sujeto sabe en todo momento que es un pensamiento exagerado, irracional e incluso irreal. No obstante, no puede controlarlo.
La persona empieza a sentir las miradas y también algo más, como si todas las personas con las que se cruza la estuvieran analizando, juzgando, criticando, pensando en ella o fijándose en su ropa y actitudes.
Podríamos resumir esta sensación horrorosa como si estuviésemos bajo un microscopio y todo el mundo pudiera observar hasta nuestro secreto mejor guardado: miedos, inseguridades, deseos, etc.
La sensación de que otro nos mira es, en realidad, un hábito del cerebro cuando estamos muy concentrados en una tarea, o completamente abstraídos de nuestro entorno. Su propósito es que salgamos momentáneamente de este estado para mirar a nuestro alrededor, especialmente hacia nuestro punto ciego: justo detrás la nuca.
Resulta lógico imaginar que nuestro cerebro, tan creativo para construir pesadillas, podría elaborar una sensación más elaborada que el simple hecho de creer que alguien nos mira; pero en términos evolutivos la mirada externa es algo muy importante para cualquier mamífero social.
La mirada del otro puede indicar amenaza, dominación, sumisión; cosas que tu cerebro quiere monitorear para saber si está a salvo, de modo que inducir la sensación de que algo o alguien nos mira es una estrategia confiable para sacudir a la consciencia y obligarla a observar concienzudamente a su entorno.
Pero cuando la sensación de sentirse observado se agudiza, es decir, se vuelve constante, se transforma en un síntoma de paranoia.
En estos casos, el sujeto sabe en todo momento que es un pensamiento exagerado, irracional e incluso irreal. No obstante, no puede controlarlo.
La persona empieza a sentir las miradas y también algo más, como si todas las personas con las que se cruza la estuvieran analizando, juzgando, criticando, pensando en ella o fijándose en su ropa y actitudes.
Podríamos resumir esta sensación horrorosa como si estuviésemos bajo un microscopio y todo el mundo pudiera observar hasta nuestro secreto mejor guardado: miedos, inseguridades, deseos, etc.
Ya en otro terreno, la parapsicología asegura que la sensación de sentirse observado es algo así como un instinto de nuestro cerebro frente a un posible fenómeno paranormal, en este caso, las scotopaesthesia, o miradas psíquicas.
La idea de que una presencia nos observa es aterradora, y la razón de esto es muy simple: nos coloca en una situación de desventaja.
Como especie estamos diseñados para estar atentos a cualquier peligro, ¿y qué cosa podría ser más peligrosa que algo que no podemos ver pero que sabemos que nos observa?
Desde sus inicios, el cine de terror entendió y capitalizó al máximo este instinto atávico.
En prácticamente todas las películas de terror se explota la situación del protagonista observado o acechado por algo que no puede ver. La saga de Actividad Paranormal es un ejemplo típico, que en cierta forma nos revela de manera visible aquello que normalmente se queda en una sensación.
Son muchos los que creen, sin embargo, que existen entidades negativas que nos observan: gente sombra, íncubos, súcubos, seres del plano astral.
La sensación de sentirse observado, sin embargo, rara vez nos induce a creer que el origen de esa mirada es benévolo. Es decir, nunca sentiremos que un ángel nos observa, por ejemplo, o un hada o bien cualquier criatura fantástica con atributos positivos.
La idea de que una presencia nos observa es aterradora, y la razón de esto es muy simple: nos coloca en una situación de desventaja.
Como especie estamos diseñados para estar atentos a cualquier peligro, ¿y qué cosa podría ser más peligrosa que algo que no podemos ver pero que sabemos que nos observa?
Desde sus inicios, el cine de terror entendió y capitalizó al máximo este instinto atávico.
En prácticamente todas las películas de terror se explota la situación del protagonista observado o acechado por algo que no puede ver. La saga de Actividad Paranormal es un ejemplo típico, que en cierta forma nos revela de manera visible aquello que normalmente se queda en una sensación.
Son muchos los que creen, sin embargo, que existen entidades negativas que nos observan: gente sombra, íncubos, súcubos, seres del plano astral.
La sensación de sentirse observado, sin embargo, rara vez nos induce a creer que el origen de esa mirada es benévolo. Es decir, nunca sentiremos que un ángel nos observa, por ejemplo, o un hada o bien cualquier criatura fantástica con atributos positivos.
Siempre, en cualquier caso, sentimos que algo horrible nos mira.
Muchos parapsicólogos explican esta coincidencia en la idea de que las presencias sobrenaturales más densas, por ejemplo,criaturas no humanas del plano astral, vibran a una velocidad más lenta, más espesa, que la vibración de los seres de luz, logrando que nuestro sistema nervioso pueda detectarlas cuando atraviesan nuestra dimensión.
La sensación experimentada es que la presencia nos mira fijamente. No obstante, si esto fuese cierto deberíamos sentirnos observados todo el tiempo, habida cuenta de que la cifra de espíritus capaces de atravesar nuestra dimensión es sin dudas alta.
Los investigadores paranormales han llegado a establecer las condiciones más favorables para que estos encuentros realmente ocurran, como estados de ánimo, ubicación física y frecuencias de pensamientos que podrían hacernos vibrar a un ritmo similar al de estos seres.
Naturalmente, cuando podemos verlos, ellos también nos ven.
Existe una tercera posibilidad para explicar la sensación de que algo nos mira. En la Antigua Roma se la llamaba Genius Loci, es decir, el espíritu del lugar: una presencia poderosa, hostil, que inmediatamente nos hace sentir intrusos.
Esto normalmente ocurre en sitios apartados, un bosque, por ejemplo. La sensación que se experimenta es de total desnudez frente a la presencia, como un ojo gigantesco, al estilo de Sauron, que nos perfora con la mirada.
Los caminantes y peregrinos conocían perfectamente esta sensación, que puede darse tanto de noche como de día. En estos casos se recomendaba someterse voluntariamente a la mirada del Genius Loci, es decir, no ofrecer resistencia; e incluso abrir el corazón para que esa entidad nos evalúe y nos descarte como posible amenaza.
De esta creencia proceden la mayoría de los ritos que se oficiaban antes de ingresar a un bosque considerado maldito.
Para finalizar digamos algo sobre la escopaestesia: la sensación de que alguien detrás nuestro nos está mirando.
Muchos parapsicólogos explican esta coincidencia en la idea de que las presencias sobrenaturales más densas, por ejemplo,criaturas no humanas del plano astral, vibran a una velocidad más lenta, más espesa, que la vibración de los seres de luz, logrando que nuestro sistema nervioso pueda detectarlas cuando atraviesan nuestra dimensión.
La sensación experimentada es que la presencia nos mira fijamente. No obstante, si esto fuese cierto deberíamos sentirnos observados todo el tiempo, habida cuenta de que la cifra de espíritus capaces de atravesar nuestra dimensión es sin dudas alta.
Los investigadores paranormales han llegado a establecer las condiciones más favorables para que estos encuentros realmente ocurran, como estados de ánimo, ubicación física y frecuencias de pensamientos que podrían hacernos vibrar a un ritmo similar al de estos seres.
Naturalmente, cuando podemos verlos, ellos también nos ven.
Existe una tercera posibilidad para explicar la sensación de que algo nos mira. En la Antigua Roma se la llamaba Genius Loci, es decir, el espíritu del lugar: una presencia poderosa, hostil, que inmediatamente nos hace sentir intrusos.
Esto normalmente ocurre en sitios apartados, un bosque, por ejemplo. La sensación que se experimenta es de total desnudez frente a la presencia, como un ojo gigantesco, al estilo de Sauron, que nos perfora con la mirada.
Los caminantes y peregrinos conocían perfectamente esta sensación, que puede darse tanto de noche como de día. En estos casos se recomendaba someterse voluntariamente a la mirada del Genius Loci, es decir, no ofrecer resistencia; e incluso abrir el corazón para que esa entidad nos evalúe y nos descarte como posible amenaza.
De esta creencia proceden la mayoría de los ritos que se oficiaban antes de ingresar a un bosque considerado maldito.
Para finalizar digamos algo sobre la escopaestesia: la sensación de que alguien detrás nuestro nos está mirando.
La escopaestesia, también conocido como el efecto de la mirada en la nuca o miradas psíquicas, nos produce lasensación de estar siendo observado sin poder detectar de dónde o de quién procede esa mirada.
El primero en estudiar seriamente este fenómeno fue John E. Coover, que en 1913 llevó a cabo un análisis estadístico sobre elEfecto de Miradas Psíquicas (Psychic Staring Effect) y concluyó que la mitad de las personas son de hecho capaces dedetectar si alguien los estaba observando.
Más adelante, el investigador J.J Portman confirmó los estudios de Coover, y concluyó que la sensación de ser observados es algo natural e instintivo en la mayoría de los seres humanos.
Ya sea un fenómeno neurológico o un instinto atávico, existe la posibilidad inquietante de que no se trate en absoluto de una ilusión y que de hecho algo o alguien realmente nos esté observando.
El primero en estudiar seriamente este fenómeno fue John E. Coover, que en 1913 llevó a cabo un análisis estadístico sobre elEfecto de Miradas Psíquicas (Psychic Staring Effect) y concluyó que la mitad de las personas son de hecho capaces dedetectar si alguien los estaba observando.
Más adelante, el investigador J.J Portman confirmó los estudios de Coover, y concluyó que la sensación de ser observados es algo natural e instintivo en la mayoría de los seres humanos.
Ya sea un fenómeno neurológico o un instinto atávico, existe la posibilidad inquietante de que no se trate en absoluto de una ilusión y que de hecho algo o alguien realmente nos esté observando.
Fuente:el espejo gotico
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