Arnaldo de Villanova ( ? - 1311)
Fue quizá el médico más famoso de los tiempos medievales, siendo además embajador al servicio de la Corona de Aragón. Se le atribuyen algunas obras sobre alquimia como Rosarius, Semita semitae y Flos florum, pero éstas son probablemente apócrifas. Sien embargo, es muy posible que fuera adepto a la alquimia mística.
Se cuenta que Villanova proclamaba la próxima venida del Anticristo, con la cual, acabaría toda una época. Pero también proponía una religión secular, criticando los defectos de su tiempo, exaltando la pobreza evangélica.
Sus polémicas ideas le costaron una encarcelación en Roma, por orden de Bonifacio VIII, aunque luego, tras curar al pontífice de una dolencia aguda, se transformó en el médico papal y también en su consejero en cuestiones alquímicas.
Jabir ibn Hayyan (Geber)
Nacido probablemente en una ciudad remota de la mesopotamia (o para otros, simplemente en Sevilla), se le adjudica la autoría de una obra sobre Astronomía, editada posteriormente en Nuremberg en el 1534. Las leyendas dicen de él que fue rey de Persia o India. Los textos que se le atribuyen se relacionan con la alquimia, pero pese a lo mítico del personaje, prevalecen aspectos muy concretos alejados de cualquier especulación metafísica.. Para Geber, la transmutación alquímica simplemente, sería un proceso interior, equivalente a una operación psíquica en el que alma y cuerpo se transforman.
Raimundo Llull (1235-1315)
Este legendario personaje fue un crítico de la alquimia, al menos en lo que respecta a las técnicas para la transmutación de los metales. Pero antes que nada fue un enigmático personaje medieval que se dedicaba a coleccionar extraños materiales de orígenes diversos para presentarlos como objeto de una “iluminación superior” Una de las obras que se le atribuyen “Ars Magna” es una de la que más ha influído en sus seguidores y podría compararse a las técnicas que utilizan los yoguis para la concentración interior.
Nicolás Flamel (1330?)
Cuentan las leyendas que poseía tesoros inmensos, que había descubierto incluso la piedra filosofal, de modo tal que podía transformar en oro los metales. Tras su muerte, la casa de la calle Marivaux, en París, donde vivió, llamada “Flor de Lys”, fue codiciada por excéntricos que pagaban por ella una fortuna ya que creían que allí podrían hallar la piedra filosofal.
Otras versiones dicen que la enorme fortuna de Flamel se debía a que se aprovechaba de los judíos perseguidos convirtiéndose en depositario de sus bienes cuando buscaban seguridad para huir. En otras historias se cuenta que heredó de una mujer, Pernelle, una mujer dos veces viuda, que se había a su vez heredado a dos esposos. Pero la la leyenda va más lejos aún, Flamel y Pernell continuaban sobreviviendo en algún sitio oculto, gracias a un elixir que les concedía una larga vida. No faltó quien dijo haberlos visto en Suiza o en Turquía.
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