La historia del 8 de marzo de 1857
La fábrica textil “Cotton” de Nueva York, habia sido ocupada por sus obreras que se declararon en huelga. De pronto estalló un incendio, en el que se vieron atrapadas 129 trabajadoras que son devoradas por las llamas. Jamás la “Justicia” estadounidense aclaró el origen del siniestro. Lo único que quedó claro ante los ojos del mundo es que aquellas mujeres murieron defendiendo sus derechos. Posteriormente se convirtieron en mártires de una causa: el movimiento feminista.
Así fue. En agosto de 1910 se realizó en Copenhague (Dinamarca) el Primer Congreso Mundial de Mujeres Socialistas. En ese evento la dirigente revolucionaria Clara Zetkin, una maestra alemana que dedicó toda su vida al movimiento femenino, propuso que el 8 de marzo fuese declarado Día Internacional de la Mujer, como una forma que cada año las mujeres de todo el mundo rindieran homenaje a las 129 obreras mártires, que murieron defendiendo sus derechos.La conmemoración del Día Internacional de la Mujer se generalizó a partir de 1921.
Luisa Michell la primera obrera revolucionaria
Louise Michell Fue la heroína de la Comuna de París, la primera revolución proletaria de la historia, llevada a cabo el 18 de marzo de 1871.
Era profesora parisina, militante ardorosa de la Asociación por los Derechos de la Mujer. Como muchas otras mujeres se unió a los obreros en su lucha contra la reacción, que se lanzó para aplastar la Comuna de París, el poder obrero que se alzaba por vez primera sobre la faz de la tierra.
En 1871 es una de las primeras mujeres en defender la revolución de la “Comuna de Paris” vistiéndose con el traje de Guardia Nacional y siendo de las últimas en quitárselo. Con el fusil en mano Luisa defiende la “Comuna de Paris” desesperadamente en un último intento del 61 batallón de rechazar las tropas de Versalles.
Hecha prisionera como tantos otros comparecerá el 16 de diciembre de 1871 ante el sexto Consejo de Guerra siendo condenada a la deportación en recinto fortificado.
La Fragata “Virginie” la transporta hasta Nueva Caledonia donde pasará una larga temporada. Al cabo de algunos años, como a otros muchos Comuneros el gobierno de París intenta dar la gracia del perdón pero Luisa Michel rechaza una y otra vez esa gracia del indulto ya que ella declara: “Que no quiere mendigar la libertad”.
En su confinamiento de Nueva Caledonia aprovecha sus cualidades de profesora y toma contacto inmediatamente con los aborígenes a los que enseña a leer y escribir y comparte sus penurias, su compañero de deportación Henri Rochefort le pondrá el sobrenombre de “La hermana de los pobres”.
En 1883 regresa a Paris tras la amnistía a los comuneros y ese mismo año, el 9 de marzo, una manifestación saquea las panaderías de Saint-Germain. ¡Cómo no¡ Luisa es detenida y procesada junto a 60 compañeros, la condena será de seis años de reclusión y 10 años de vigilancia, sin embargo es puesta en libertad a pesar de su oposición, ya que no quería deber nada a la justicia burguesa.
Así saldrá en libertad en 1886, ese mismo años es invitada a pronunciar un discurso el 3 de junio en el teatro “Chauteau-d’Eau” su alocución será tal que el prefecto de policía la detiene y pasará cuatro meses de cárcel a más de recibir una multa de 100 francos.
En enero de 1887 se encuentra en el Havre donde en una reunión de militantes un anciano monje llamado Lucas dispara a quemarropa sobre Luisa destrozándole el oído y otra bala que se alojó en la cabeza. Durante el juicio Luisa pidió indulgencia para su agresor.
Ya recuperada en 1888 marcha hacia Londres junto con su amiga Charlotte Vauvel, donde fundarán una escuela de idiomas por un periodo de siete años. Su comportamiento en Londres será el mismo que en París, es decir, socorriendo miserias y trabajando extenuadamente para pagar las deudas que ella contraía para con los demás.
De retorno a Paris en 1895 de nuevo reanuda su recorrido propagandístico.
Muere en Marseille a la edad de 74 años el 19 de enero de 1905, en su funeral del día 22 una inmensa multitud la acompaña hasta el cementerio de Levallais-Peret allí toman la palabra sus amigos y compañeros: Aufan, Le Grandais, Girault, Sebastián Faure, Malato, Camélinat y Mme.Séverine.
Sévérine dirá: “Cuando la sociedad acepte ser libre, cuando la miseria material y los odios ancestrales hayan desaparecido del mundo civilizado entonces será recordada y admirada “la buena Luisa” “.
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