lunes, 18 de marzo de 2013



Miniatura del Liber de Laudibus Sanctae Crucis, de Rabano Mauro, siglo IX. Biblioteca Vaticana.

La cultura cristiana medieval


A partir del siglo III se desarrolló una nueva forma de entender la vida cristiana, que se alejaba de las ciudades y fomentaba, en lugares apartados, una existencia centrada en la búsqueda de la sencillez que llevase hacia Dios.


Una mística medieval: Hildegarda de Bingen


En la Edad Media, junto al cristianismo mayoritario, que se centraba en la asistencia a la misa y los rituales, y el cumplimiento de los mandamientos y las leyes de la iglesia, se desarrolló un modo de vivir la religión que se expresaba en experiencias personales de búsqueda íntima de Dios: la mística. Los máximos exponentes de la mística medieval fueron dos monjes alemanes: el maestro Eckhart (1260-1328) y santa Hildegarda de Bingen (1098-1179). Esta mujer era una mística que expresaba en sus escritos y en los dibujos que acompañan a sus obras el mundo de visiones que decía haber experimentado. Su libro Scivias, que en latín quiere decir «Conoce los caminos», es considerado una de las obras más importantes del pensamiento místico medieval.
Hildegarda de Bingen fue una mujer extraordinaria para su época, poseía una cultura enciclopédica y destacó como naturalista, pintora, poetisa y compositora de música. Entró en el monasterio a los ocho años llegando posteriormente a ser abadesa de su comunidad. Tenía continuas visiones místicas, pero hasta el año 1141 no se le ordena transmitir cuanto ha visto. Entonces decide escribir el libroScivias. Mantuvo correspondencia con los personajes más influyentes de su época tanto en el aspecto político como en el religioso, como el emperador Federico Barbarroja, el papa Anastasio IV o san Bernardo.
Las monjas anotaban cuanto decía durante sus revelaciones y hacían dibujos de las visiones que tenía bajo su supervisión. Estos dibujos sorprenden por su cromatismo y por una audacia estilística inusual para su época.
Este es un extracto de Scivias:

«Después vi un esplendor inmenso y muy sereno que se encendía como si tuviera muchos ojos, con cuatro ángulos apuntando hacia las cuatro partes del mundo -representaba el secreto del Creador Supremo, que me fue revelado en el más grande misterio-, en el cual apareció otro esplendor semejante a la aurora, que albergaba una fulgurante claridad purpúrea.»
Scivias, de Hildegarda de Bingen.

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