jueves, 14 de octubre de 2010

Vida despues de la muerte


Los vínculos que nos unen a nuestros familiares desencarnados o fallecidos, son un cordón energético que ata a nuestros seres queridos a este plano de realidad, a la tierra ralentizando la evolución de su alma. Esta conexión se establece desde la tristeza, el dolor y sobre todo la culpa de no haber sabido resolver nuestra vida conforme a nuestro propósito. Si al morir dejamos muchas cosas sin resolver esto es motivo suficiente para volver a encarnar o para quedar errantes en planos intermedios. Si tenemos algún tema irresuelto con algún familiar fallecido podemos constelar esta situación para que sea liberada en amor, perdón y gratitud y de esa forma no interferir en el camino del alma del que se ha ido.

Aprender a morir debiera estar en nuestra lista de tareas, esto implicaría romper con un sistema de creencias patriarcal basado en el miedo y la limitación. El miedo a la muerte es un miedo a nosotros mismos. Cada vez hay más testimonios de personas que experimentan experiencias cercanas a la muerte y todos coinciden en que van a un lugar donde se encuentran con sus seres queridos fallecidos y experimentan una revisión de vida donde comprenden el sentido último de su existencia.
Nuestros ancestros se convierten en nuestros guías puesto que ellos comprenden desde una perspectiva más amplia el sentido de esta vida.
Sobre la vida después de la muerte hay muchísimo escrito, Brian Weiss por ejemplo ha hecho descubrimientos sorprendentes en su trabajo de regresiones a otras vidas. En su primer libro “Muchas vidas, muchos maestros” relata cómo tuvo que cambiar su sistema de creencias ante la evidencia de sus investigaciones.

Debemos entender la vida desde una perspectiva más amplia, ver el cuadro total para entender que “vida y muerte” se manifiestan cumpliendo la máxima ley del creador que es el “cambio”, la evolución y transformación.

Cuando nos reconocemos como parte de un todo, entendemos que esta conexión es para bien y para mal una realidad que debemos saber manejar.

Sura Lillo

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