Esta vieja ilustración, de autor desconocido, muestra al reyEnrique VIII y su ejército en 1545 mientras observan al portero inglés con el balón y al árbitro sacando una tarjeta roja a otro jugador, seguramente francés, puesto que es altamente improbable que el árbitro hubiera amonestado a un jugador inglés en las narices de Enrique.
Un tercer jugador se retuerce de dolor en el suelo mientras unos hombres entran corriendo con una camilla. Otro lleva un carrito de naranjas, sugiriendo que el incidente puede haber sucedido al borde del descanso tras la primera parte. Mientras tanto los ingleses ondean la bandera roja y blanca de San Jorge.
Con 30.000 franceses anclados a bordo de 200 barcos, la mayor invasión de una flota que alcanzara las costas británicas, se cree que el rey ordenó el juego como gesto diplomático para suavizar la situación, puesto que él sólo contaba con 80 barcos y 12.000 hombres.
En la Inglaterra de los Tudor los deportes estaban muy controlados por el gobierno. La gente común apenas tenía la oportunidad de practicarlos, porque se consideraba más importante que estuvieran en buena forma para trabajar. La clase trabajadora se dedicaba al manejo del arco los domingos, mientras que los caballeros de alto rango eran animados a participar en toda clase de juegos porque se suponía que eso era un buen entrenamiento para la guerra. En 1512, en tiempos de Enrique VIII, una ley prohibía a los trabajadores el tenis, las cartas, los dados o los bolos.
Solamente en Navidad se relajaban un poco las normas.
El fútbol, en cambio, era un deporte popular en la Inglaterra del siglo XVI, aunque era muy diferente del deporte que conocemos en la actualidad. Se lo llamaba “un amistoso juego de lucha”. No había límite al número de jugadores en cada equipo, a veces la población entera se implicaba, las porterías se colocaban a una milla de distancia, y el campo podía incluir bosques, arroyos, calles del pueblo, setos y prados. Los participantes luchaban por la posesión de la pelota. Las reglas, que variaban de un punto a otro del país, también permitían recoger y lanzar el balón con las manos a la portería contraria, además de con los pies.
Se ha descubierto que Enrique VIII ordenó un par de botas de fútbol para su guardarropa en 1526. Elaboradas en cuero por Cornelius Johnson, le costaron 4 chelines, aunque Maria Hayward, la historiadora que hizo el descubrimiento de este encargo, no cree que el rey practicara tal deporte en realidad:“No era un juego para caballeros”.
Un fútbol similar se juega todos los años en Shrove Tuesday en Ashbourne, Derbyshire. Dura dos días y toman parte miles de jugadores. Las porterías están a tres millas y sólo hay unas cuantas reglas. La pelota está pintada a mano y rellena de corcho, y se cree que este juego se ha practicado durante mil años.
En la época Tudor era un juego muy violento, por lo que muchos de los jóvenes resultaban lesionados mientras lo practicaban. Por desgracia esto hacía que frecuentemente causasen baja en el ejército, cuando se los necesitaba para alguna guerra. En 1540, durante el reinado de Enrique VIII, el fútbol, ese “diabólico pasatiempo”, fue prohibido.
Sir Thomas Elyot lo describió como “una furia bestial y extrema violencia”, y Philip Stubbs nos dejó las siguientes palabras en The Anatomy of Abuses, escrito en 1585:
“El fútbol es más una lucha que un juego… a veces se parten el cuello, a veces la espalda, a veces las piernas… el fútbol desata la envidia y el odio… a veces el combate, el crimen, y un gran derramamiento de sangre”.
Fuentes:
edition.cnn.com/2004/WORLD/europe/02/18/king.henry.wives.reut/
publico: http://themaskedlady.blogspot.com
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