El lenguaje del rostro
es un lenguaje infinitamente profundo, la forma de mirar, el brillo de los
ojos, la expresión de las cejas y la entonación de la voz, son mensajes
que nada tienen que ver con las palabras que se dicen, mensajes que
complementan la idea inicial, mensajes que nos abren la puerta al mundo
interior.
La persona que ha
decidido seguir el camino de la felicidad, no puede equivocarse, la
experiencia que está sintiendo en su interno es reflejada a través de
cada poro de su piel, es mostrada al mundo con sus ojos, con sus palabras,
con sus movimientos, con su sonrisa, con la tranquilidad de su rostro.
La armonía es una
fuerza cósmica que normaliza el flujo energético entre todos los
vehículos del hombre y, por lo mismo, el vehículo físico se convierte
en una expresión perfecta de esta misma armonía, como es adentro es
afuera.
La expresión se torna
dulce, serena, armónica, los rasgos se suavizan, la mirada se llena de un
sentimiento de amor, la misma entonación de la voz nos habla de esa
fuerza, de esa armonía, de esa tranquilidad que la persona está
sintiendo en su interno; el ser humano se hace congruente con su realidad
interna, y aunque permaneciera callado, su rostro hablaría por él, y
aún cuando sus palabras estuviesen recriminando suavemente a una persona,
sus ojos le estarían hablando del inmenso amor con que lo hace, su mirada
penetraría las más cerradas cárceles de los corazones lastimados; la
forma de hablar y conducirse inspirarían tal confianza en el resto de las
personas, que todos los temores y todos los prejuicios caerían
derrumbados ante este magnetismo que irradia.
Por eso es importante
cuidar el rostro y entender que las emociones internas se ven reflejadas
en ese espejo que todos tenemos en la cara.
Cultiven miradas
dulces, profundas y escrutadoras, no descuiden el lenguaje y véanlo
siempre como la más perfecta manifestación, que el hombre ha
desarrollado para acercarse los unos a los otros.
Usen sus manos para
trabajar y para explorar los caminos hacia el corazón de sus semejantes;
un apretón de manos, una palmada en la espalda, tal vez sean capaces de
romper los más duros cerrojos.
Acérquense sin temor
hacia aquellos a quienes aman y muéstrenles algo de esa paz interior que
ahora experimentan.
El amor es una
irradiación de persona a persona.
Los discípulos del
mundo conocen perfectamente las maravillas que el amor obra entre los
seres humanos, pero ese amor no puede ser expresado a través de libros, o
a través de cassettes, tiene que ser mostrado para que la irradiación
sea real, para que ese influjo que es emitido a través de la mirada, a
través del aura de la persona, pueda envolver al ser con quien queremos
comunicarnos.
¿Saben ustedes que
los corazones que se han abierto el uno al otro no necesitan de palabras,
no necesitan incluso de miradas?, la comunión total no tiene que ser
explicada, no tiene que ser reafirmada, tan sólo se vive, se experimenta,
se disfruta.
De cuando en cuando
encontraremos corazones con quienes podamos experimentar la
identificación total; de cuando en cuando encontraremos seres que son
para nosotros como dos gotas de agua, podremos estar con ellos y
reconfortarnos y sentirnos dueños del universo; podremos permanecer,
mandar y recibir mensajes sin palabras, y después de esos momentos
mágicos, seguiremos sabiendo que la distancia es tan irreal como el mundo
que nuestros pies pisan.
Y transitaremos el
camino buscando reflejar esa verdad interior a través del rostro, siendo
como los faros de luz que alumbran las tinieblas de aquellos que aún no
han aprendido a encender la mística lámpara del espíritu. Y nuestros
pasos nos llevarán sin prisas, hacia ese océano de paz en el que se
funden todas las almas una vez que han encontrado el camino de la
felicidad.
Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario