basado en el libro LOS OCÉANOS TIENEN OÍDOS
Informe de TRIGUEIRINHO
En el pasado remoto, cuando la humanidad y el planeta no estaban del todo materializados, existía una comunicación más libre entre las dimensiones, lo que permitía que el hombre se relacionase directamente con habitantes de otros mundos. Los filtros entre los planos de consciencia que constituyen el universo eran tenues, y por eso la construcción y el mantenimiento de vías especificas para esa interacción no eran una necesidad fundamental. Remanentes de esa relación nos llegaron por intermedio de fábulas, mitos e historias antiguas, cuyo significado real, en verdad, se perdió en gran parte debido a la densificación gradual de todo el globo -y, por consiguiente, de las células cerebrales y de la sustancia mental del ser humano, quien con ello se inclinó al pensamiento limitado a las cosas materiales. En esa trayectoria, el mundo físico terrestre y la humanidad que lo habita, alcanzaron grados de densificación más acentuados que los previstos. Esto produjo una disritmia entre la vibración de la esfera material y la de las demás, lo que dificultó el intercambio vital y magnético. Sólo subsistió una sutil ligazón, efectuada en los pasajes interdimensionales, muchos de los cuales se mantienen gracias a núcleos de la red magnética existente en los océanos.
Las revelaciones sobre esa red magnética se refieren al reencuentro del hombre con nuevos recursos energéticos. Si la utiliza de manera correcta - en consonancia con leyes universales y, por lo tanto, en pro de la evolución -, la energía magnética le permitirá trasladarse a otras dimensiones, anular la gravedad, modificar la estructura de las formas concretas y desplazar objetos, por más pesados que sean, de manera casi instantánea. Estas son algunas de las posibilidades que silenciosamente guarda la vida útil de los océanos. Para revelar los secretos de la energía magnética y usarla, no se necesitan aparatos complejos, sino expansión de conciencia. Si el ser humano se alínea con el propósito superior de su existencia, puede realizar lo que hoy se considera un milagro, y de esa manera presta un servicio incalculable. Al construir un túnel, por ejemplo, el hombre actual aún permanece en el ámbito de la fuerza fricativa, es decir, desgasta la roca por fricción. Sin embargo, si la abertura del túnel se incluyera en la realización de un propósito evolutivo, si el hombre conociera las claves para el uso de la energía magnética y supiera manejar las vibraciones de las fuerzas solares, ejecutaría la obra sin desgastes: reconfigurarí a la estructura de la roca, moldeándola y transformándola en aquello en lo que debe convertirse.
Las leyes y los mecanismos que regulan los transportes interdimensionales serán revelados a medida que el ser humano vaya descubriendo su propio mundo interior. Se aproxima el tiempo en que tales traslados - o viajes internos - ya no pasarán inadvertidos para la conciencia externa del ser, sino que contarán con ella. Sea un traslado pasajero, con retorno, sea uno definitivo, la conciencia externa podrá acompañarlo y adherir a él, pues estará en sintonía con la mente evolutiva.
Hoy, la interacción entre dimensiones ya comienza a notarse. En una pequeña ciudad del interior del Brasil, por ejemplo, donde los medios de comunicación son muy escasos, dos niños, que no tienen acceso a ninguna información referente a otros universos ni a sus habitantes, con espontaneidad pidieron permiso a sus padres para permanecer despiertos durante la noche, esperando la llegada de compañeros de estrellas distantes. Lo hicieron con la misma naturalidad con que pedirían permiso para esperar a un vecino. Además, esos niños, menores de ocho años, dijeron con simplicidad que dichas visitas se volvieron más necesarias después de que el hombre comenzó a usar la energía atómica. Cuando les preguntaron cómo sabían todo esto, simplemente respondieron que por sí mismos. Hablaban de ello como si estuviesen en contacto con otros mundos, al mismo tiempo que convivían con sus familiares y amigos. Según lo que se transparentaba, su relación con dichos seres era frecuente y, en ocasiones especiales, podían reconocerlos como luces que viajan por el cielo. Existen personas que guardan registros de conocimientos externos que, en vez de quedar sepultados bajo conceptos e ideas intelectuales, necesitarían encontrar condiciones apropiadas para expandirse, abriendo espacio para que la vida supranatural se vaya implantando sobre la faz de la Tierra. Necesitarían saber que la práctica del silencio las llevaría a vislumbrar la tarea que deben cumplir y las preservaría de entrar en los callejones sin salida de la mente, todavía no esclarecida sobre hechos sobrenaturales.
Algunos descubrirán los secretos del magnetismo y lo utilizarán en el cumplimiento de tareas en momentos agudos de la crisis que ya se extiende por todo el globo terrestre. Serán los que, por su pureza, hayan superado ciertos umbrales de la conciencia. Cuando cultiva el silencio, la persona comienza a recibir impulsos provenientes de otras dimensiones, superiores. La aspiración de elevar su conciencia le permite reconocer el nivel espiritual de existencia y convivir allí de manera cada vez más libre. La entrega de su vida al cumplimiento de lo que le inspira ese nivel espiritual amplía su comprensión de la realidad interna, activa el poder de creación y torna más fluida la materializació n de lo que le cabe generar en el mundo visible. Al trascender los límites personales, al controlar la mente y las palabras, el ser humano se coloca en un ritmo acorde con leyes inmateriales, se identifica con el Plan evolutivo y con el servicio universal. Su principal campo de contactos y de polarización pasa a ser suprafísico, y así su vida se amplía considerablemente. En sondeos subjetivos, constatamos que los pasajes interdimensionales son de dos tipos básicos:
Pasajes creados por un acto de voluntad de conciencias evolucionadas que conocen las leyes de la manifestación y tienen completo dominio sobre los planos concretos y su campo magnético. Estos pasajes no tienen localización fija en el mundo material y pueden ser breves. Se restringen a áreas determinadas. Pasajes cuya existencia repercute en el ritmo de vida en la Tierra en su conjunto. A pesar de que la posición de ellos tampoco sea fija, es relativamente estable. Se crean dentro de coyunturas muy amplias y obedecen a ciclos específicos de la evolución planetaria. Como ejemplo podemos citar los que se encuentran entre el archipiélago de Bermudas, Miami y Puerto Rico - en el llamado Triángulo de las Bermudas, bastante conocido por los fenómenos que ocurren allí. El ingreso en los mundos suprafísicos se puede dar de varias maneras:
La conciencia, lúcida, colabora con el propio traslado a esos mundos, pero el cuerpo físico permanece en la dimensión en que se encuentra. Experiencias de este género suceden en el ámbito de influencia de los pasajes interdimensionales creados temporalmente para fines específicos. Los casos relatados en nuestro libro Mirna Jad sirven de ejemplo. Tanto la conciencia como el cuerpo físico son trasladados a esos mundos. Lo ilustra la experiencia del guardián del área que en el plano material corresponde al centro espiritual suprafísico Aurora: él y su perro fueron llevados por una pequeña nave a una ciudad situada en los niveles intraterrenos del Cono Sur y después devueltos a la superficie de la Tierra. Las expansiones de conciencia por las cuales pasaron durante y después del viaje fueron notadas por familiares y amigos. La conciencia, el cuerpo físico y también objetos son trasladados a esos mundos. En esa modalidad, propia de la región del Triángulo de las Bermudas, se encuadran viarias "desapariciones" de aviones y de embarcaciones, con sus tripulantes Hay casos en que el vehículo, con o sin sus tripulantes, es devuelto, eventualmente colocado en otro punto del globo.
Los sentidos externos y la mente analítica están dejando de ser los únicos instrumentos de aprendizaje para la raza humana. Los hombres son seres en transición y deben tornarse una especie superior, supramental. Ahora este nivel es más accesible a la humanidad terrestre, la nota que ésta debe emitir para participar del acorde de las civilizaciones evolucionadas del Cosmos, y para ingresar en las dimensiones internas de este mismo planeta. Hay una energía sagrada que se ha de imprimir en la materia por intermedio del servicio abnegado, y para eso es fundamental la dedicación incondicional a las leyes de la armonía y del equilibrio. Cuando el ser humano tiene intenciones puras y se dispone a reorganizar la vida propia para cumplir su papel dentro del Plan Evolutivo, sus sentidos se acostumbran a las emanaciones sutiles. Eso corresponde al inicio de un nuevo ciclo en la superficie de la Tierra. Mucho de lo que hoy llamamos sobrenatural es algo natural que todavía no fue comprendido, o para lo cual estamos desarrollando aptitudes. La comunión con energías suprafísicas torna claro lo que antes era incomprensible.
Fuente: Cuaderno SEÑALES, de Figueira. Enero a Abril 1998
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