El tristemente célebre Obispo Diego de Landa Calderon, que nació
el 12 noviembre de 1542 Ingresó en los franciscanos. En 1547, con
varios sacerdotes llega a Yucatán. Es nombrado Provincial de Yucatán y Guatemala en 1561.
Los
nativos mayas persistían en mantener sus antiguos Dioses ocultos y en
secreto. Enterado de ello, se traslada a la localidad de Maní en 1558, y
forma un tribunal religioso que dependerá directamente de la
Inquisición.
Los interrogatorios, torturas y vejaciones, que aplican a los indios, no
dan los resultados esperados. Landa, entonces. comienza con sus ideas
fanáticas cristianas. Quiere imponer la fe cristiana organizando lo que
llama “Un Auto de Fé” ordenando la
recolección de todos los escritos Mayas, que luego se denominarían
“Códices”. Al observarlos, pronuncia su célebre conclusion: “No se
entiende lo que dicen, por lo tanto, deben ser satánicos”. El 12
de julio de 1562 se queman en la hoguera unos 5.000 ídolos, objetos
sagrados y los pergaminos Mayas, verdaderas obras de arte.
De
esta manera, desaparecen para siempre, todos los conocimientos de esta
civilización, adelantos de cientos de años. Pueblo que estaba con
avances en Medicina, muy superiores a los europeos, operaciones de
cerebro y de corazón abierto, construcción en piedra nunca igualada,
calculos astronómicos recién comprobados en nuestros dias, utilización
de plantas y miles de pequeñas cosas.
Uno
de los azorados testigos de esa bárbara hoguera, ve que un rollo de esa
enorme pira, cae y rueda a sus pies. Con rápido movimiento, lo alza y
esconde entre sus ropas. De esta manera, se salva uno de los 3 únicos
Códices conocidos, y a los que se les da el nombre de la ciudad europea,
donde reaparecen: El Códice de Madrid, el de París y el de Dresde.
Paradójicamente, el
causante del desastre, Obispo Diego de Landa, escribe varias obras,
gracias a las que se pudo conocer el alfabeto y algunos otros aspectos
de la cultura Maya.
En una obra de otro autor, dice:
“En la provincia
de Yucatán…había unos libros de hojas a su modo encuadernados o
plegados, en que tenían los indios sabios la distribución de sus
tiempos, y conocimiento de plantas y animales, y otras cosas naturales, y
sus antiguallas; cosa de grande curiosidad y diligencia. Pareciole a un
doctrinero que todo aquello debía de ser hechizos y arte mágica, y
porfió que se habían de quemar, y quemáronse aquellos libros, lo cual
sintieron después no sólo los indios, sino españoles curiosos, que
deseaban saber secretos de aquella tierra. Lo mismo ha acaecido en otras
cosas, que pensando los nuestros que todo es superstición, han perdido
muchas memorias de cosas antiguas y ocultas, que pudieran no poco
aprovechar. Esto sucede de un celo necio, que sin saber, ni aun querer
saber las cosas de los indios, a carga cerrada dicen, que todas son
hechicerías.”
Las
destrucciones y desmanes provocados por Landa, son tan terribles, que
horrorizan hasta a los mismos españoles y hacen que sea sometido a
juicio en la Audiencia de Nueva España de Méjico. El fraile vuelve a
España en 1563 para defenderse, y, con apoyo Papal, logra su absolución.
Se va Guadalajara y a Toledo donde escribe su “Relación de Cosas Notables de Yucatán”, volviendo a América. Deja de hacer daño, al morir en Mérida en 1579.
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