La
presencia, en un momento de la historia, de una mujer que llegó a
desempeñar el cargo de Papa, conmovió durante muchos siglos.
La
Iglesia, como es habitual, trató de ocultar o “Desaparecer” algo que
podia empañar sus intereses, calificándolo como Falsedad, Mito o Leyenda.
La
realidad es que en una fecha no muy segura (A raíz de la cantidad de
maniobras de confusion generadas), apareció una Papisa Juana.
De todas maneras, se han podido determinar dos fechas para el transcurso de dicho Papado, como probablemente ciertas.
Una la ubica ejerciendo entre los años 855 y 857, como Benedicto III.
La otra, entre 872 y 882, como Juan VIII.
De todas maneras, quedan pruebas como la creación del sillón de Porfido (?), implementado en la época de Inocencio IV.
Dicho
sillón de Porfido, era una silla con una abertura circular en su
centro, utilizado para palpar los genitales de los Cardenales, para
asegurar que sean hombres.
Una vez sentado allí
el Cardenal, el encargado de la comprobación, deslizaba su mano bajo él,
constatando que cayeran libres sus testículos.
Al ser todos los Cardenales hombres, seguramente el Papa que surgiera de entre ellos, lo sería.
La presencia de la Papisa Juana es la historia de una mujer que llegó a ejercer el Papado, ocultando su condición femenina.
Cuenta la
tradición, que Juana era hija de un clérigo ingles. Al ser beneficiado
uno de sus hermanos, llamado Juan, con una beca para hacer estudios, lo
reemplaza ocultando su condición de mujer.
Recordemos que
en esa época, y hasta el siglo XIX, las mujeres no podían estudiar, ni
siquiera aprender a leer. Se consideraba que las mujeres eran incapaces
de aprender, y hasta indignas de ello.
Comienza a estudiar y a desempeñarse como Copista, adquiriendo el nombre de Johannes Anglicus (Juan el Inglés).
Así, Juana pudo viajar con frecuencia de monasterio en monasterio y conocer muchos lugares y personajes de la época.
Visita las
mejores bibliotecas del mundo conocido de entonces, y termina por
regresar a Roma, donde continúa descollando en sus actividades.
Llega a convertirse en secretario privado del Papa León IV, hasta el fallecimiento de éste en Julio del 855.
Rápidamente consigue ser elegida Papa, después de una débil Resistencia por parte de otros candidatos.
Su Papado
transcurre sin demasiados cambios, hasta que en el 857, encabezando una
Procesión por las calles de Roma, es protagonista de un espectáculo que
paraliza a la multitud que la acompaña.
La muchedumbre ve que el “Papa”, comienza a trastabillar y cae en medio de desgarradores gritos de dolor.
Para
confusion de todos, se ve como desde bajo su hábito, comienza a manar
gran cantidad de sangre. Corren varios monjes en su ayuda, cuando ante
el horror de todos, ven aparecer un bebé recién nacido.
Aquí aparecen versiones distintas, respecto a lo que sucedió.
Una dice que
Juana fué apedreada por la enfurecidad multitud. Otra dice que murió en
el parto. Una tercera dice que fué atada a la cola de un caballo, y
arrastrada por las calles de Roma, hasta su muerte. Hay aún otra version
más, que asegura que Juana huyó con su bebé, y vivió muchos años.
La cuestión
es que, a pesar de decir la Iglesia que esta historia es inventada,
desde ese entonces, cambiaron el trayecto de las Procesiones.
En varias
oportunidades, la Iglesia se refirió a la Papisa, desmintiendo su
existencia. De todas maneras, aceptó su veracidad, por lo menos hasta el
siglo XVI.
Hubo
versiones por muchos años y en 1562 el agustino Onofrio Panvinio publicó
la primera refutación, mientras que los protestantes luteranos se
unieron a sus dichos en el siglo XVII.
No es incluido
este papa en ninguna de las listas de los pontífices, por su sexo
femenino y por ser finalmente negada su existencia.
Una historia mas, que la Iglesia ocultó a sus seguidores, y al mundo en general.
Fuente:charlemos.com
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