Si una lección podemos sacar de todo esto, es que hay cosas que sí recibimos de nuestros antepasados, como el color del pelo, de la piel, de los ojos y muchos otros rasgos físicos nítidamente definidos en nuestros mecanismos de herencia, llamados cromosomas. Pero, se ha detenido usted a pensar en la cantidad de cosas que son estudiadas después. Si no hubiera usted aprendido a leer, no podría estar leyendo esta columna.
Adicionalmente, quizá sin saberlo usted, ha aprendido como manifestar o no sus sentimientos y a enfocar sus problemas en forma constructiva o a dejarse aplastar por ellos. Por ejemplo, recuerdo que hace años conocí en la Ciudad de México a un hombre de negocios de mucho éxito. Era todo un triunfador. Sin embargo, me confesó que tenía un punto débil que lo hacía sentirse muy mal. En sus propias palabras: “Nunca he podido hablar en público, en eso soy una papa. Incluso he rehuido algunos honores con tal de no enfrentarme a un grupo y dirigirle unas cuantas palabras”.
Le explique que aún cuando algunas personas tienen una habilidad nata para hablar en público, esto es algo que puede aprenderse. Lo ideal, le dije, es poder adquirir los conocimientos básicos y someterse a una práctica para desarrollar la destreza necesaria y adquirir la indispensable autoconfianza. Le garantizo, concluí, que una vez que lo haga bien, lo disfrutará. La historia tiene un finaI feliz. La esposa me dice que ahora tiene demasiados compromisos como orador en clubes y asociaciones de toda índole.
LO NEGATIVO: Sucumbir al modo de pensar fatalista, y creer que nuestras deficiencias son “de nacimiento”.
LO POSITIVO: Comprender que junto con la vida, Dios nos da la obligación de formarnos para el éxito, y para ello nos dotó de “la capacidad de aprender”.
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