Es posible sentirse feliz con alguien. Es posible sentirse triste con alguien. Es posible compartir la felicidad y la tristeza. Pero ni la felicidad ni la tristeza propia son responsabilidad de ese alguien. Nosotros somos los únicos responsables de todos nuestros pensamientos y sentimientos.
Hasta que no aprendamos esto, nos resultará prácticamente imposible vivir de forma satisfactoria con otra persona. Aun cuando lo sepamos, recordarlo en presencia de nuestra pareja se convertirá en una práctica espiritual constante.
«Estar con» otro es una experiencia extática, de la misma manera que lo es «estar con» nosotros mismos. Pero «estar con» es un acto que se lleva a cabo momento a momento. No tiene nada que ver con lo que nuestro ego quiere o con lo que quiere el ego de nuestra pareja.
Mi ego quiere que tú «estés ahí» a mi disposición lo quieras tú o no. Mi ego quiere culparte a ti de mi infelicidad. Mi ego quiere que hagas las cosas como yo quiero que se hagan. Y no importa lo que intentes hacer para satisfacer a mi ego: nunca se sentirá satisfecho porque no aceptará la responsabilidad sobre su propia felicidad.
Tan pronto como el ego asume esta responsabilidad, deja de ser ego y, entonces, yo ya no te pido cosas. Empiezo a aceptarte tal y como eres. Me rindo ante el momento presente, ante la verdad de quien soy y de quien eres. Este es el momento de la verdadera unión; el momento en el que las fronteras entre nosotros se desvanecen, no porque sean inadecuadas, sino porque las hemos respetado totalmente. Este es el momento en el que los dos se convierten en uno solo, sin perder lo que cada uno es, sin sacrificio, sin expectativas. Este es el momento de dicha total, un momento en el que la promesa del amor sin condiciones se ve totalmente satisfecha.
Tomado del Libro «El Despertar» - Paul Ferrini
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