“Lo que más necesitamos hacer es oír dentro de nosotros los sonidos de la Tierra llorando”
Thich Nhat Hanh
Los seres humanos, conciente e inconcientemente, hemos destruido el equilibrio de nuestra Madre Tierra en una suerte de atentado contra nosotros mismos y el resto de las especies con las que convivimos; el suicidio es la consecuencia de una enfermedad, por lo que me permito aceptar que la humanidad está enferma.
Despertar implica mirar de frente nuestras miserias y aceptarlas como parte de nuestra creación; preferimos permanecer dormidos por miedo al dolor que esto nos infligiría, pero de la misma forma que aquel que no quiere enamorarse para evitar el sufrimiento que esto podría causarle mediante un desengaño, en este viaje truncado la humanidad se pierde el éxtasis y la alegría expansivos a la que nos exponen nuestros sentidos completamente despiertos.
Abrir los ojos es aceptar que hemos creado formas de convivencia social autodestructivas, que nuestros sistemas económicos se han deshumanizado y su único propósito es sostenerse a sí mismos, que la política ha perdido de vista que su propósito es facilitar la felicidad de los pueblos, o que como individuos hemos perdido todo contacto con nuestra naturaleza espiritual y nos hemos convertido en simples máquinas cuyo propósito es sobrevivir, o acumular si somos más afortunados y estamos posicionados más alto en la escala social.Enfrentarlo puede ser doloroso, pero necesariamente un estímulo creativo que pone en marcha nuestra capacidad de sanarnos como individuos y como especie; este viaje, igual que el de una oruga que se transforma en mariposa, pone en marcha las respuestas creativas que necesitamos para que nuestras sociedades recuperen el sentido y dejen de ser meros amontonamientos de individuos funcionales a un esquema meramente económico, para convertirnos en comunidades de individuos que se experimentan una unidad que brega por el bienestar común.
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