El hombre respira y crece no bajo la presión o la coacción, sino sólo en libertad y paz.
Conforme al nivel de su amor desinteresado, el ser humano estará libre de ataduras y opiniones.
Tal como él es internamente, así influye sobre su prójimo. Si él mismo está atado todavía a personas y cosas, así atará también a su pareja a sí mismo.
Si está libre de las opiniones e imaginaciones de su prójimo, si no deja que influyan sobre él, sino que él mismo piensa las cosas con claridad y concentración, dejará también a su prójimo la libertad, y le otorgará su confianza.
El que ama desinteresadamente deja libre a su prójimo, porque él mismo es libre.
El que ama desinteresadamente confía plenamente en su prójimo, no importa si éste repara en él o lo desprecia.
El amor desinteresado es grandeza espiritual.
El que conoce la verdad y vive en ella sabe que en la Ley de los Cielos está contenido el principio de la equivalencia: cosas iguales se atraen siempre.
Las fuerzas superiores de la misma vibración se complementan y se ayudan, no retienen ni atan.
El que quiera retener a su prójimo, lo perderá.
El que haya avanzado en los peldaños de la evolución y se encuentre en su mayor parte ya en la Ley absoluta, Dios, ve a los hombres tal como son en verdad, al hombre mundano y al hombre espiritual. Los ve con los ojos del espíritu y sabe cómo habrá de clasificar a su prójimo, cómo habrá de tratarlo, qué es lo que debe decir y qué no, conforme a su nivel de consciencia espiritual.
Las fuerzas superiores de la misma vibración se complementan y se ayudan, no retienen ni atan.
El que quiera retener a su prójimo, lo perderá.
El que haya avanzado en los peldaños de la evolución y se encuentre en su mayor parte ya en la Ley absoluta, Dios, ve a los hombres tal como son en verdad, al hombre mundano y al hombre espiritual. Los ve con los ojos del espíritu y sabe cómo habrá de clasificar a su prójimo, cómo habrá de tratarlo, qué es lo que debe decir y qué no, conforme a su nivel de consciencia espiritual.
Extracto de: Lo que piensas y hablas
Dada a través de la profetisa del Señor, Gabriele de Würzburg
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