Aguas arriba de la presa Valle Grande podemos internarnos en el Cañón del Atuel, presencia viva de los orígenes del mundo, que el viento y la lluvia, cual cincel y martillo en su continua batalla con la roca, descubrieron sus entrañas conformando las más variadas esculturas naturales, como:
Museo de Cera, Sillón de Rivadavia, EL Lagarto, Los Viejos, Los Monstruos, La Ciudad Encantada, El Mendigo, Los Jardines Colgantes, etc., por mencionar solo algunos.
Y el río en su vertiginosa caída encierra una inmensa potencia que brinda al hombre, para generar la energía que el país a diario necesita. Dos lagos artificiales contribuye a realzar la belleza dentro del cañón, Aisol y Tierras Blancas.
La vida de la tribu era pacífica y feliz, pero una gran sequía comenzó a azotar la región. Los ancianos y los niños más pequeños fueron los más afectados por la falta de agua, y pronto se dieron las primeras muertes. Sin dudar un instante, Talú reunió a sus hombres y partió con ellos en busca de agua para su pueblo.
En varias ocasiones recorrieron territorios por los que nunca antes habían transitado, pero sólo encontraron tierra reseca y cuarteada por el sol abrasador. Durante una de estas expediciones Talú conoció a una bella muchacha que vivía sola en un valle. El joven cacique habló con ella y decidió llevarla a vivir con su pueblo, al que ella no tardó en integrarse. Un profundo cariño nació entre ambos, y ella le confesó que su nombre era Clara, era huérfana, y había vivido sola en el valle durante años. Luego de varios meses decidieron casarse, y poco tiempo después nacía un bello niño al que llamaron Atuel.
Pese a la profunda alegría que les provocaba el nacimiento de Atuel, los miembros de la tribu no festejaron porque la prolongada sequía ya se había cobrado la vida de numerosos niños y ancianos. Los hombres blancos no tardaron en enterarse de la desesperante situación, y decidieron atacar para tomar control de los territorios. Los combates fueron feroces, pero los debilitados indios finalmente fueron vencidos, y todos los hombres de la tribu, incluido Talú, fueron asesinados. En medio de la confusión, Clara pudo esconderse con su hijo recién nacido, y cuando los hombres blancos finalmente abandonaron el lugar, sólo dejaron viudas, huérfanos y algunos hombres agonizantes.
Clara tomó entre sus brazos al pequeño Atuel y se encaminó hacia las altas montañas, allí donde cae el sol. Ascendió hasta una de las cumbres y rogó a los dioses que enviasen agua para que los sobrevivientes de la tribu pudiesen salvarse. Pasaba el tiempo y nada ocurría, así que Clara decidió ofrendar su vida y la de su hijo a los dioses. Al momento de morir, cada uno dejó caer una lágrima, y de ellas brotó un caudaloso río que se abrió paso por la tierra reseca hasta llegar a la aldea.
Las mujeres dieron de beber a los niños y, luego de mucho tiempo, volvieron a oírse risas en la aldea. Las más ancianas buscaron a Clara y su hijo, pero al no encontrarlos comprendieron que ellos eran los causante s de aquel milagro.
El río trajo nuevamente la vida al lugar, y por las noches su corriente arrullaba a la aldea con un sonido especial, parecido al llanto de un niño. Todos comprendieron que esas aguas conservaban el espíritu de Atuel, y así decidieron dar al río el nombre del pequeño heredero.
vallegrande.com.ar
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