sábado, 15 de mayo de 2010

La muerte no existe

Un hermoso bebé robusto ha fallecido en su cuna. Se ahogó mientras dormía con su propio vómito. Una anciana fenece dulcemente en su casa a una edad avanzada, y con una dulce sonrisa, mientras sus parientes agolpados a su alrededor contemplan su último suspiro. Un joven regresa de su fiesta de graduación la cual ha disfrutado enormemente al lado de sus compañeros, y la moto en que viaja se sale de la carretera al evitar a un camión que irresponsablemente trataba de adelantar a otro en una curva. Su muerte fue producto de los golpes, violento y rápido. En un hotel, un alto ejecutivo que se encontraba solo en la ciudad para un asunto de negocios, sufre de un repentino infarto, que lo deja sin vida después de breves minutos de un desgarrador dolor en el pecho. Una joven adolescente expira luego de una larga y penosa enfermedad que la había postrado en cama, consumiendo lentamente la mayor parte de su corta existencia. Un hombre deja una breve nota sobre su escritorio, y toma entre sus manos un arma adquirida por razones de seguridad, tiempo antes. Apuntando hacia su boca, jala el gatillo y se suicida luego de una imprevista quiebra financiera. Una hermosa joven mujer abandona el consultorio de su médico con una gran sonrisa, sabe que está esperando un bebé. Camina envuelta en sus pensamientos, que la trasladan hacia su esposo, que la ama, y que la verá más tarde ni bien llegue de la oficina; pero esto se ve interrumpido cuando ella muere asesinada en el estacionamiento por una bala disparada por un delincuente.
En la vorágine de acontecimientos que se dan en nuestra vida y alrededor de ella, hay veces que percibimos sutilmente la existencia de un Plan que lo tiene todo previsto. Y sin embargo, en otras ocasiones, pareciera que estamos sometidos a las inclemencias de la casualidad; a la acción desordenada de fuerzas que juegan con nosotros como un humilde pedazo de madera arrastrado por las poderosas corrientes de un río caudaloso contra el cual no podemos oponernos.
Sin embargo, ciertamente que hay un destino, una programación o acuerdo previo antes de nacer, en el que se nos compromete o nos comprometemos voluntariamente a hacer tal o cual cosa en la vida material; a lograr tal o cual objetivo o meta. O por lo menos intentarlo.
Todo cuanto se le asigna al individuo o se permite que le ocurra, aún lo más violento, está dispuesto para ayudarlo en su superación. Precisamente dependiendo de cómo enfrente la vida y las dificultades, ó como haga uso de las facilidades que se le presenten dependerá su avance y crecimiento espiritual. En éste sentido la Muerte es sinónimo de cambio en un universo dinámico de transformació n continua. La muerte no existe realmente como el final último de la vida, porque es simplemente un paso más, un cambio de traje, una iniciación a manera de investidura.

Sixto Paz
Publicado por Cosmoxenus

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