Si mi amigo hubiese calificado esas manchas como «cancerosas» y tejido una historia en torno a ellas, se habría convertido en un «paciente de cáncer». Si hubiese aceptado esta historia literal sobre su enfermedad, estaría condenado a convertirse en una estadística –en su caso, a formar parte del 40% de los pacientes que se cura o del 60% que no lo hace. Sus posibilidades se habrían reducido para convertirse en probabilidades, porque, al saber que llevaba las de perder, no habría sido capaz de imaginarse dentro del 40% de los que se curan. Por eso les enseño a mis alumnos a trabajar con sus clientes antes de que éstos reciban los resultados de las biopsia, antes de que las manchas que aparecen en las radiografías reciban un nombre y que la historia del «cáncer mortal» quede grabada en su mente y se convierta en una profecía que se cumple a sí misma.
Recientemente, una mujer llamada Alyce llamó para pedir consulta con Marcela, que forma parte de nuestro personal. Alyce se había hecho una mamografía y se le había encontrado un bulto en un pecho. Marcela le preguntó si quería que comenzara a trabajar con ella antes de la biopsia, para intentar influenciar los resultados, o si prefería esperar hasta después. Alyce eligió la primera opción. A la semana siguiente, recibió una llamada de su médico. Este le dijo que habían cometido un error, ¡habían confundido su mamografía con la de otra persona, y la suya era perfectamente normal! De modo que nuestras historias no sólo influyen en nuestra forma de ver la vida, sino también en el «mundo real» -en este caso, ¡curando una situación que ya había sucedido!
Siempre podemos crear una historia mítica en torno a nuestro viaje, una historia que nos ayude a crecer, a aprender y a curarnos. A fin de cuentas, es posible que no podamos alterar las manchas en una radiografía, pero sí curar nuestra alma y comenzar a educarnos por fin en las lecciones que hemos venido a aprender en este mundo. Nuestra lección puede ser ir más despacio y apreciar a las personas que nos rodean, dejar de aferrarnos a una existencia que hemos vivido como sonámbulos porque creímos que debíamos vivir nuestras vidas de una cierta forma; o, desde la perspectiva del colibrí, estas manchas pueden ser una llamada de advertencia para que hagamos los cambios que hemos estado evitando.
Siempre podemos crear una historia mítica en torno a nuestro viaje, una historia que nos ayude a crecer, a aprender y a curarnos. A fin de cuentas, es posible que no podamos alterar las manchas en una radiografía, pero sí curar nuestra alma y comenzar a educarnos por fin en las lecciones que hemos venido a aprender en este mundo. Nuestra lección puede ser ir más despacio y apreciar a las personas que nos rodean, dejar de aferrarnos a una existencia que hemos vivido como sonámbulos porque creímos que debíamos vivir nuestras vidas de una cierta forma; o, desde la perspectiva del colibrí, estas manchas pueden ser una llamada de advertencia para que hagamos los cambios que hemos estado evitando.
Hemos creado grandes historias en torno al cáncer, el sida y otras enfermedades, pero no en torno a otras dolencias. Si el médico nos dice que no tenemos un parásito, por ejemplo, la mayoría de nosotros no se pone a pensar en los millones de personas alrededor del mundo que mueren a causa de infecciones producidas por parásitos ni comienza a angustiarse con la idea de que va a morir. No hemos construido ninguna historia alrededor de esta enfermedad, aunque a menudo resulta ser fatal. Esto es en parte porque existe poco interés comercial o monetario en perpetuar estas historias. El tratamiento de las infecciones producidas por parásitos, aunque afectan a alrededor de dos mil millones de personas en todo el planeta, no es un gran negocio para las grandes compañías farmacéuticas, a diferencia del cáncer, el colesterol y las enfermedades cardíacas. Las historias de miedo ayudan a vender medicamentos.
Cuando no juzgas la enfermedad ni te dejas dominar por el miedo de que vas a morir, es más fácil que puedas percibirla desde un nivel más elevado y escribir una historia mítica. De modo que si tienes un parásito, podrás reconocerlo como la manifestación literal de la ira tóxica de otras personas que tú has interiorizado. Alternativamente, podrías descubrir que te has desviado de tu camino y que estás viviendo una vida que es venenosa para ti. Cuando practicamos el no juzgar, ya no padecemos enfermedades –tenemos oportunidades para la curación y el crecimiento-. Ya no sufrimos traumas pasados –tenemos acontecimientos que han moldeado nuestra personalidad-. No rechazamos los hechos –nos oponemos a la interpretación negativa de estos hechos y a la historia traumática que nos sentimos tentados a tejer en torno a ellos. Entonces creamos una historia de fuerza y compasión basada en estos hechos.
La revelación 1 se llama el camino del héroe porque los chamanes y curanderos más eficaces reconocen que ellos también han sido profundamente heridos en el pasado, y que a raíz de su curación han desarrollado una fuerte compasión por los que sufren. Con el tiempo, sus heridas se convirtieron en dones que les permitieron sentir más profundamente las cosas y mostrar más compasión por los demás. En otras palabras, ¿quién mejor para ayudar a un alcohólico que alguien que esta en recuperación, que reconoce las mentiras que el alcohólico se dice a sí mismo y que conoce el coraje que hace falta para superar esta adicción? ¿Quién mejor para auxiliar a un hosco y colérico adolescente que un adulto cuya adolescencia estuvo marcada por la rebeldía, el resentimiento y la inseguridad, pero que conseguido curarse a sí mismo? Cuando alguien ya ha pasado por esas experiencias, es más fácil desprenderse de los juicios y calificaciones, y centrarse en la curación.
El profesor Alberto Villoldo, Psicólogo y antropólogo Médico estuvo dirigiendo durante muchos años el Laboratorio Biológico de la Universidad de San Francisco, investigando los efectos de la curación a través de la energía y de la visualización en la química del cerebro. Un día se dio cuenta de que sus estudios precisaban mayor compromiso y dedicación. Por esa razón, dejó el microscopio y la universidad para visitar personalmente el Amazonas. Allí empezó su viaje de recuperación de las tradiciones milenarias de la medicina de la civilización Incas y ahora enseña medicina energética a miles de profesionales médicos y legos cada año.
Trabajadores de la Luz
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