viernes, 14 de octubre de 2011

El concepto de tiempo quizás no sea tan innato

Los amondawa se las apañan tan bien para ignorar totalmente la presión del tiempo que ni siquiera tienen una palabra que lo designe.

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Algunos de los investigadores junto a unos nativos. Fuente: Universidad de Portsmouth.

El lenguaje puede condicionar la visión que se tiene del mundo, o quizás la visión del mundo que se tenga condiciona el lenguaje que hablamos, las palabras que usamos. En el mundo moderno el concepto de tiempo está en todas partes y muchas veces somos esclavos del reloj, pero todavía quedan tribus perdidas que tienen otro estilo de vida.
Ocultos en la selva lluviosa del Amazonas hay una comunidad, los amondawa, que se las apañan tan bien para ignorar totalmente la presión del tiempo que ni siquiera tienen una palabra que lo designe. Esto podría sugerir que el tiempo no es un concepto tan universal como se creía.
El estudio, publicado en Language and Cognition, ha sido realizado por Chris Sinha de la Universidad de Portsmouth.
Según Sinha, para los amondawa el tiempo no existe de la misma manera que existe para nosotros. Según este investigador, se puede decir ahora sin ninguna duda que al menos una lengua y cultura no tiene el concepto de tiempo como algo que se pueda medir, contar o hablar de él en abstracto.
Aunque los amondawa no viven fuera del tiempo, sino que viven en un mundo de eventos, en lugar de ver a los eventos como embebidos en el tiempo.
El equipo de investigadores incluía al lingüista Wany Sampaio y a la antropólogo Vera da Silva. Estos expertos pasaron ocho semanas con los amindawa investigando cómo su lengua expresa conceptos tales como “próxima semana” o “el año pasado”. No había palabras para sus conceptos, sólo las divisiones entre el día y la noche o entre las estaciones seca y lluviosa. Tampoco encontraron nadie que tuviera una edad. En su lugar cambiaban sus nombres para reflejar su estadio en la vida o su posición social. Así por ejemplo, un niño puede dar su nombre a un hermano recién nacido y tomar uno nuevo.

Los occidentales tenemos muchas metáforas para el tiempo y su transcurso, dice Sinha. Pensamos en el tiempo como una cosa y decimos que se ha acabado el fin de semana o que no tenemos tiempo. “Creemos que esas afirmaciones son objetivas, pero no lo son. Hemos creado esas metáforas y han terminando siendo la manera de pensar. Los amondawa no hablan de esa manera y no piensan así, a no ser que aprendan otra lengua”, añade Sinha.
“No esperábamos encontrar esto. Habíamos estudiado la misma lengua antes y volvimos a comprender mejor sus metáforas. Nos sorprendidos al encontrar que el espacio de metáforas para el tiempo y el concepto abstracto del tiempo simplemente están ausentes de su lengua y cultura”.
“Para esta gente afortunada el tiempo no es dinero, no corren contra reloj para completar ninguna cosa y nadie habla acerca de la próxima semana o el próximo año. No tienen ni siquiera una palabra para ‘semana’, ‘mes’ o ‘año’. Se podría decir que disfrutan de cierta libertad.”
Sinha añade que aunque sea extraño el que exista una cultura libre del concepto de tiempo, muchas lenguas amazónicas, incluyendo los amondawa, rara vez tienen números más allá de cinco y si no se tienen números no se tiene al tiempo como un objeto abstracto que se pueda medir.
“El tiempo tiene más que ver con la experiencia que con algo con lo que hayamos nacido. El único reloj biológico es el que hace que nuestros cuerpos envejezcan. Todos nuestros conceptos complejos del tiempo son invenciones culturales, una suerte de tecnología de la mente.”
“Los babilonios inventaron el día de 24 horas y la convención de los 60 minutos en una hora y de 60 segundos en un minuto, y estamos tan regidos por el reloj y el calendario que no nos vemos reflejados en ello. Pero nuestra noción de tiempo es una espada de doble filo. No tendríamos los beneficios de la compleja sociedad fuertemente tecnológica sin él. Pero si lo tenemos, como ya sabemos, es una carga y una fuente de estrés en nuestro moderno estilo de vida de 24/7.”
El tiempo al final nos atrapa. El primer contacto de los amondawa con el mundo exterior se dio en 1986 y han continuado con su forma tradicional de vida y cazan, pescan y cultivan la tierra. Pero, a la misma vez que la electricidad y los cuidados médicos, vino la televisión y la lengua portuguesa. Como otras lenguas en el mundo el amondawa está amenazado de extinción.

“No somos conscientes del gran riqueza que hay todavía por descubrir en la biodiversidad del mundo, y sabemos que deberíamos conservarla para futuras generaciones”, dice Sinha. “Pero la diversidad lingüística y cultural es también un tesoro, no sólo para los científicos, sino para la cualquiera que quiera comprender lo que significa ser humano. No podemos y no deberíamos parar el cambio, pero deberíamos dar más poder a gente como los amondawa para determinar su propio futuro y poder mantener su lengua y tradiciones vivas. Esa es la razón por la que el trabajo de Wany y Vera, que ayudan a la comunidad a asentar su lengua nativa en la escuela, es tan importante.”

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa.

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