Hemos sido condicionados a temerle al vacío, y buscamos llenarlo de todas las maneras posibles. Algunas, incluso destructivas o que no nos aportan nada significativo.
Nos apegamos a hábitos, comportamientos, cosas y personas por el simple hecho de temer quedarnos solos, o por no soportar el vacío.
Pero no hay escapatoria: somos ese vacío, y está dentro de nosotros como una cualidad interior.
Para poder aceptar de corazón esta realidad, no hay mejor práctica que la meditación. Meditando vamos descubriendo que es en ese vacío donde se encuentran nuestros mayores tesoros. Al entrar en ese espacio interno, descubrimos que en realidad está pleno de un silencio profundo e infinito, que nos colma de un inmenso Amor y de una profunda paz.
También hay otras maneras de hacernos amigos del vacío en nuestra vida diaria. Regalar todo aquello que no usamos ni queremos, por ejemplo, y deshacernos de todo lo que ocupa un lugar innecesario en nuestras vidas, es convidar al vacío a que opere sus milagros.
Quizás lo hayas comprobado: regalas un vestido viejo, y alguien aparece y te regala uno nuevo. O vendes algunos libros que ya no quieres, y entonces descubres y compras uno que te aporta algo importante o bello.
Esto también se aplica a las relaciones personales. He tenido la oportunidad de comprobar varias veces lo mágico que resulta desapegarme de personas que, por diversas razones, ya no tenía sentido que continuaran presentes en mi vida.
No falla… Basta con que, -con perdón y desapego-, me aleje de alguien que de alguna manera ya no encaja conmigo, para que de inmediato aparezca otra persona. Y siempre es alguien mucho más afín a mi alma, a mi vibración y a mi manera de sentir la vida.
Por eso no debemos temerle al vacío. Sólo creando espacio en nuestras vidas y en nuestra energía, es que podemos recibir de corazón y brazos abiertos a lo nuevo, que siempre llega, y siempre es lo más adecuado para nuestro crecimiento interno.
Nos apegamos a hábitos, comportamientos, cosas y personas por el simple hecho de temer quedarnos solos, o por no soportar el vacío.
Pero no hay escapatoria: somos ese vacío, y está dentro de nosotros como una cualidad interior.
Para poder aceptar de corazón esta realidad, no hay mejor práctica que la meditación. Meditando vamos descubriendo que es en ese vacío donde se encuentran nuestros mayores tesoros. Al entrar en ese espacio interno, descubrimos que en realidad está pleno de un silencio profundo e infinito, que nos colma de un inmenso Amor y de una profunda paz.
También hay otras maneras de hacernos amigos del vacío en nuestra vida diaria. Regalar todo aquello que no usamos ni queremos, por ejemplo, y deshacernos de todo lo que ocupa un lugar innecesario en nuestras vidas, es convidar al vacío a que opere sus milagros.
Quizás lo hayas comprobado: regalas un vestido viejo, y alguien aparece y te regala uno nuevo. O vendes algunos libros que ya no quieres, y entonces descubres y compras uno que te aporta algo importante o bello.
Esto también se aplica a las relaciones personales. He tenido la oportunidad de comprobar varias veces lo mágico que resulta desapegarme de personas que, por diversas razones, ya no tenía sentido que continuaran presentes en mi vida.
No falla… Basta con que, -con perdón y desapego-, me aleje de alguien que de alguna manera ya no encaja conmigo, para que de inmediato aparezca otra persona. Y siempre es alguien mucho más afín a mi alma, a mi vibración y a mi manera de sentir la vida.
Por eso no debemos temerle al vacío. Sólo creando espacio en nuestras vidas y en nuestra energía, es que podemos recibir de corazón y brazos abiertos a lo nuevo, que siempre llega, y siempre es lo más adecuado para nuestro crecimiento interno.
sanandotualma
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