miércoles, 12 de octubre de 2011

La Gota y el Mar


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Si comparamos a Dios con el mar y al ser humano con la gota, podemos decir que el papel del sufismo es llevar la gota al mar.

El Ser Absoluto se asemeja al mar, el discípulo a la gota y el maestro de la senda, es como un río que desemboca en el mar y en el cual debe sumergirse la gota para alcanzar el mar. Es obvio que, a lo largo de este viaje en el seno del río, la gota debe soportar innumerables altibajos y resistir los embates del agua contra las rocas del valle para finalmente, en la morada de la estabilidad espiritual, alcanzar con serenidad el mar.

Existe la posibilidad de que la gota se vea unida directamente al mar, en cuyo caso al viajero le denominan «raptado» (maŷzub); sin embargo, esta gota que se ha convertido en mar, ni puede realizar el papel del río, ni tiene capacidad de ser guía, pues no conoce nada del recorrido interior ni de la conducta exterior (seir-o-soluk), ni de los altibajos, ni de las corrientes y las turbulencias del río.

El río, al reposar su cabeza en el regazo del mar, se ha convertido de hecho en mar y por eso, en el sufismo, se ha considerado al anonadamiento (fanā) en el maestro idéntico al anonadamiento en Dios. La devoción (erādat) hacia el maestro tiene como propósito que éste intente cerrar en su discípulo los ojos de la visión de sí mismo, la visión de la gota, y abrir en él los de la visión divina, ya que sumergirse en el río es, en realidad, una forma de unirse al mar.

Mientras la gota no se entregue al río no podrá olvidar su condición de gota, mas al sumergirse en el río y al unirse finalmente con el mar, mira con los ojos del mar y ella misma se convierte en mar.

La gota debe viajar siguiendo la corriente del río en dirección al mar, para ser atraída por el mar. El zekr, el continuo recuerdo de Dios, que el maestro de la senda inculca al discípulo es, en realidad, el único medio por el cual el maestro encara a su discípulo hacia el mar para que sea atraído por la fuerza de su atracción.

Si la gota permanece simplemente en la orilla del río o del mar sin perder su «yo» para que la puedan raptar, nunca perderá su condición de gota; sólo lo logrará si se sumerge en el agua, perdiendo su existencia relativa.

Por eso se ha dicho: «El sufismo es una realización de la persona y no algo que se desarrolla oyendo hablar de ello.»

Dr. Javad Nurbakhsh

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